Debido a las vicisitudes esas, este año he tenido la oportunidad de participar en no uno, sino dos Orgullos Gay: el de Londres (hace nueve días) y el de Madrid (este sábado). Ambas experiencias han sido intensas e inolvidables y han dejado, como de costumbre, una auténtica avalancha de fotografías. Son dos estilos de Orgullo muy parecidos en lo fundamental (reivindicación y ganas de pasarlo bien) pero con diferencias bien marcadas.
Es el tercer año consecutivo que participo en el Orgullo londinense. La marcha es relativamente pequeña (en comparación con la madrileña) y está bien organizada: la lista de participantes se cierra semanas antes, no se mezclan los participantes y el público, y los horarios de salida y de llegada se cumplen con un margen de más o menos quince minutos. La marcha transcurre a través de las señoriales vías de Oxford y Regent Street para acabar, por Picadilly, en Trafalgar Square. Hay pocas carrozas, el contenido político y étnico es muy alto y llama la atención que las marcas corporativas aparecen más en la forma de grupos de trabajadores gays/lesbianas de la compañía (por ejemplo: el grupo GLBT de Microsoft) que como patrocinadores o contratadores de espacios publicitarios. Los fenotipos son enormemente diversos, desde pálidas adolescentes góticas a grupos de ancianos GLBT, pasando por rudos deportistas, minusválidos y leatheronas sadomasoquistas.
El Orgullo de Madrid este año venía precedido de la polémica del cambio de ruta pactado entre el Ayuntamiento y la organización. No tengo muy claro si colocarme a favor o en contra: por un lado agradecí los árboles y el espacio del paseo de Prado en esas horas de calor, pero por otro lado la división del Paseo en zonas de asfalto y jardín diluían el gentío, hacía que todo pareciera más un picnic que una manifestación y creaba la impresión de que había menos gente que otros años. Mi teoría es que todo esto ha sido un complot de las maricas finas para que la marcha pasara frente al Ritz y así poder verlo todo cómodamente desde la suite mientras se tomaban unos Ferrero Rocher desnatados.
La regla de oro del Orgullo madrileño es: la marcha empieza unas dos horas después del horario programado y nadie sabe cuándo acabará. Frente al intercionalismo londinense, prima el regionalismo español: donde en un lado había grupos de homosexuales haitianos o saudíes clamando por los derechos humanos en sus países, en el Orgullo de Madrid desfilan falleras y baturros cantando variaciones del "Murcia, qué hermosa eres". Eso sí, extranjeros había por un tubo, pero no manifestándose, sino llenando las barras de los bares y los sótanos de los cuartos oscuros.
Las carrozas, todas iguales: autobuses de dos plantas con chunda chunda a todo trapo y supuestas estrellas salidas de OT en la cima, intentando disimular por todos los medios que sus carreras están más acabadas que la credibilidad del PP valenciano. La originalidad y el desenfado genuino de las carrozas de hace años hace tiempo que fue aplastada por los patrocinadores de macrofestejos. La única excepción: el trenecito azul y amarillo de la asociación en defensa de la paternidad subrogada.
Pese a todas las voces críticas que circulan por ahí (y podría pensarse que yo estoy entre ellas), el contenido reivindicativo de la marcha sigue siendo alto, con muchas voces contra los recortes (especialmente en sanidad y educación) y contra la homofobia. La pancarta que más gracia me hizo: "cloro para el clero". Desgraciadamente, no tengo foto. El tema de la manifestación fue el futuro de los jóvenes, así como la lucha contra la homofobia en las aulas. Hubo mucho adolescente manifestándose, lo cual fue bonito de ver: el mito de la juventud pasota y desencantada no es tan cierto como dicen.
En cuanto al número de participantes, yo calculo que acudieron unas diez personas. El resto eran como dos millones de fotocopias de esas diez primeras personas. Es deprimente el grado de uniformidad que se ve en el Orgullo madrileño. Todos los tíos, agrupados por subespecies, son exactamente iguales entre si: todas las musculocas con el mismo rapado, los mismos pantalones cortos y camisetas de tirantes y el mismo bronceado, todos los musclebears con la misma camisa y el mismo tipo de barba, todas las reinas con la misma ropita de ES Collection. Es el triunfo definitivo de los clones: "hola, soy una persona alternativa y súper especial y para demostrarlo voy a convertirme en un calco exacto de una tribu urbana determinada". Deprimente.
Al final, ambos desfiles acabaron igual: con fiesta en las calles, suelos pringosos de cerveza derramada y precios escandalosos para las ginebras de garrafón. Codazos, empujones, frotamientos y manos que te tocan el culo, un ínfimo porcentaje de las cuales no está intentando robarte la cartera. En resumen: una risa. ¡Qué dura es ahora la vuelta al mundo real!
4 comentarios:
Cúanto chulazo. Igual que en Colonia Agripina. Allí hubo grupos hasta de la Caja de Ahorro y de los que trabajan en los trenes.
Se ve que muchos notaron que los fotografiabas.
Londres es mundo civilizado; Madrid sigue siendo provinciano.
Por cierto,me parece superfatal y supernintendo,como diría el añorado Dr.Laumes,que NO me haya avisado de su venida a Madrid.
Leñe, don Diego... se me pasó por completo. Prometido que la próxima vez que baje a Madrid te aviso. Tengo ganas de conocerte en persona...
Yo me remito a mi blog.
Al orgullo de Madrid le falta organización durante la manifestación y, ya que el recorrido es tan corto, vallas para que sea ágil. Todos los años lo mismo.
DiegoC, respecto a que Sufur avise o se deje ver... JAAAAAJAJAJAJAJA
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