diciembre 03, 2013

Escritor de ponis

Escribir la carta a los Reyes Magos y redactar una solicitud pidiendo fondos para un proyecto de investigación son dos cosas que se parecen mucho.

En ambos casos, uno empieza explicándole al ser mágico de turno lo bueno que ha sido durante el año pasado. Lo que para un niño consiste en no haber mentido demasiado ni haberle robado muchos juguetes a sus hermanas ni haber estrangulado accidentalmente a nadie durante el recreo, para un vulgar catedrático viene a ser haber publicado mucho y haber participado en montones de colaboraciones internacionales, haber organizado congresos, haber dirigido muchas tesis doctorales y haber sacado patentes a triscapellejo.

Después viene la parte de pedir cosas: una playstation, una muñeca que llora y hace pipí y popó, un monopatín o unos euros para contratar durante un par de años a un doctorando por un sueldo que haría enrojecer de vergüenza ajena al jefe de esclavos que supervisó la construcción de la Gran Pirámide de Gizah. La ventaja que tienen los niños es que no tienen que explicar en detalle en qué van a emplear los regalos, mientras que el investigador tiene que desglosar hasta el último céntimo en qué se va a usar la subvención, añadiendo además qué resultados se van a obtener de la investigación, a pesar de que por definición misma del proceso de investigación es imposible saber de antemano y con precisión qué se va a encontrar.


La Carta a los Reyes termina con una promesa/chantaje por parte del niño, diciendo que si se le traen los regalos que ha pedido continuará siendo bueno un año más. En particular, seguirán sin producirse sospechosos incendios espontáneos en distintos puntos de la casa. En el caso del proyecto de investigación la cosa es un poco más complicada. No sólo tiene uno que prometer que va a descubrir unas cosas interesantísimas que puede que no existan, sino que además tiene que asegurar, siguiendo las últimas tendencias en corrección política y lenguaje burocrático de moda, que el proyecto redundará en beneficio completo de la sociedad, de los más necesitados, de las minorías étnicas y religiosas, y varias tonterías más. Aquí es donde entran en juego palabras absurdas de nuevo cuño tales como "sinergia", "transversalidad", "interdisciplinariedad", "integralidad", "excelencia" y, desde que tenemos a un retrasado mental al cargo del Ministerio, "competitividad".

Esta última parte es lo que se conoce, en los elevados círculos académicos e intelectuales, como el blablablá de los proyectos.

Esta similitud entre las periódicas y angustiosas solicitudes de financiación pública para la investigación y la Carta a los Reyes Magos es lo que me lleva siempre a decir frases tales como: "si este año nos dan el Proyecto, pretendo comprarme un poni".

Cualquiera que tenga la desgracia de ser seguidor habitual de este blog sabe que, si algo se me da bien, es decir blablablá. Por eso cada vez que en mi grupo de investigación surge la necesidad de redactar un proyecto la gente se mira entre sí con ojos intrigantes, se cuchichea un poco y luego todos se vuelven hacia mi, me echan miradas como sacacorchos y me dicen: "Sufur, ¿podrías encargarte del blablablá?". Cómo me conocen.

Y yo acepto encantado, y me lanzo a producir frases como esta:
 "Gracias al carisma multisciplinar de nuestro grupo y a su capacidad para fomentar las sinergias transversales entre organismos operativos internacionalmente competitivos, proponemos un plan integral de investigación que promueve el establecimiento de núcleos de excelencia a todos los niveles, desde el local al transnacional".
Y me quedo tan ancho. Lo bueno de este tipo de frases es que son prácticamente inagotables. Basta cambiar un poco el orden de los términos que no significan nada:
"Nuestra propuesta integral es a la par interdisciplinar y competitiva, puesto que desde una perspectiva transversal favorece la aparición de sinergias y la consolidación de nuestro instituto como un centro de excelencia mundial e interplanetario que..."
Es divertidísimo y da igual lo que uno ponga. La próxima vez creo que me limitaré a escribir algo así:
"Sinergia sinergia sinergia sinergia, sinergia excelencia sinergia transversal excelencia integral sinergia sinergia sinergia sinergia, sinergia excelencia sinergia transversal excelencia integral sinergia sinergia gia gia giá".
Total, para lo que va a servir...  Al final, la respuesta será algo de este pelaje:
"Estimado Dr Mindundi. A pesar de que su propuesta científica ha obtenido la máxima calificación por parte del grupo de expertos mundiales que nos hemos visto obligados a consultar para que parezca que esto no lo decidimos a dedo, lamentamos comunicarle que este año no podremos financiar su proyecto porque no es lo suficientemente sinérgico/integral. Como premio de consolación, le daremos sin embargo esto:"
Un jodido pedazo de carbón dulce.




5 comentarios:

Eleuterio dijo...

Muy parecido todo a la financiación de los teatros estatales alemanes, el convencer a los políticos del por qué es conveniente tener un teatro...Penoso.

Nils dijo...

Me ha encantado! Muy buen post y, desgraciasamente, una metáfora muy real con una comparación que ojalá no fuera así.

Moriarty dijo...

Sinergia, integralidad, excelencia, interdisciplinariedad... ¡Rediós! dan ganas de enjuagarse la boca con lejía.

starfighter dijo...

Com te envidio!! Necesito un curso de blablabla ya mismo, algo así como "Como no decir nada en un escrito de mil palabras".

Unknown dijo...

Qué real y qué triste a la vez.

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