abril 12, 2014

Hombre Paulatino

Según la Wikipedia, el cine (abreviatura de cinematógrafo o cinematografía) es la técnica y arte de proyectar fotogramas de forma rápida y sucesiva para crear la impresión de movimiento. El ojo humano, combinado con ese órgano tan lamentable que llamamos cerebro, no es capaz de distinguir imágenes individuales que se proyecten con una frecuencia de más de dieciseis instantáneas por segundo: todo lo que vaya más rápido se percibe como un movimiento continuo.

A veces se produce el fenómeno contrario: un conjunto de imágenes se van proyectando tan lentamente que observamos un movimiento continuo como si fuera un conjunto de saltos discretos. Eso es lo que me pasa con el Hombre Paulatino de mi gimnasio.

Nunca he visto moverse al Hombre Paulatino.

De entre todos los chulazos apetecibles que pueblan mi gimnasio, el Hombre Paulatino no es ninguno de ellos. Todo lo contrario, es uno de los seres humanos de aspecto más lamentable que he visto nunca, ligeramente por detrás de Carmen de Mairena y de Esther Cañadas en horripilancia. Física (por sus sensuales formas) y anímicamente (por su dinamismo) se parece a una pera conferencia. Como una imagen vale más que mil palabras, he aquí un dibujo que ayudará a que nos hagamos una idea de cómo es el Hombre Paulatino:



Como decía antes, jamás he visto moverse al Hombre Paulatino. Lo único que me hace pensar que no es una estatua de cera es que en ocasiones le he oido respirar.  Nunca le he visto en movimiento, pero a lo largo de varios meses le he visto en distintas posiciones, lo que me ha permitido reconstruir lo que creo que es su rutina de gimnasio:

El Hombre Paulatino se acerca gradualmente al gimnasio, dando un paso cada cinco o diez minutos. Entre paso y paso, mira al horizonte y resopla. Entra despacito en el gimnasio y va bajando las escaleras hacia el vestuario, a razón de un escalón cada cuarto de hora. Una vez en el vestuario, se sienta en uno de los bancos y mira hacia la nada una media hora. Luego se va desvistiendo parsimoniosamente, mostrando sus grandes y generosos pechos y ocultando su pene diminuto bajo ondulantes pliegues sebáceos. Con flemática calma, se pone un bañador del tamaño de la vela mayor del HMS Victory, se levanta y, apoyando sus pequeñas manitas en sus riñones, se dirige escalonadamente hacia las duchas. Se queda entre veinte y cuarenta minutos obturando el paso, quieto, mientras mira hacia el techo. Luego vuelve sin haberse duchado y en lenta progresión invierte el procedimiento, solo que tardando más en subir las escaleras hacia la calle.

Es inquietante.

Entiendo las ganas de estar en los vestuarios masculinos de un gimnasio, y yo mismo me quedaría a vivir allí si tuvieran wifi, pero lo del Hombre Paulatino es muy raro.

Como soy un científico tengo la necesidad de encontrarle la explicación a todo, y como estoy chalado no tengo problema en inventármela si me apetece. Por eso me he imaginado esta escena:
Cardiólogo: según estas analíticas, usted debería llevar varios años muerto y enterrado. Hágame caso: necesita usted ir al gimnasio de tres a seis horas por semana, o acabará generando un campo gravitatorio propio.

Hombre Paulatino (después de un silencio incómodo de hora y cuarto): Así se hará.
Y lo cumple religiosamente. Al fin y al cabo, es innegable que pasa mucho tiempo en el local del gimnasio...

 



7 comentarios:

un-angel dijo...

Es gracioso, ¡pero también un poco cruel!.
Espero que gracias a esto no hayas convencido a esa inmensa mayoría de humanos propietaria de cuerpos imperfectos para no acudir a gimnasios repletos de atléticos/as jóvenes encantados/as de si mismos/as, por pensar que pequeños y maquiavélicos Sufures están calculando en sus cabezas cuantos centímetros más de perímetro les faltan para generar sus propios campos gravitacionales...

Unknown dijo...

Yo conozco a alguno también, sólo que los de mi gimnasio suben a la sala, pero sólo están allí de charleta, nunca los veo hacer ninguna máquina.

Sufur dijo...

¡Dior me libre de eso, un-angel. Yo, un cuarentón calvo y gordaco de dientes separados, no puedo presumir de nada... lo que me ocurre es que el gimnasio me aburre tanto que sólo en el ejercicio de la maldad me entretengo un poco ;-)

Sufur dijo...

Esos son los peores, Driver!

Eleuterio dijo...

En el mío no hay de estos. sewrá que solo miro a los que están buenorros...puro darwinismo perceptivo mariconil.

Moriarty dijo...

Tengo una explicación alternativa: el Hombre Paulatino no es, en realidad, humano, sino que se trata de un gelidón. Michael Ende los describe en estos términos: Allí arriba no podía existir ningún ser viviente, salvo algunos gigantescos gelidones, si es que éstos podían considerarse como seres vivos, porque se movían con una lentitud tan inconcebible que necesitaban años para dar un solo paso y siglos para un pequeño paseo. Por eso era evidente que sólo podían relacionarse con sus congéneres y no tenían la más mínima idea de la existencia de los restantes seres del mundo fantásico. Se creían los únicos seres vivientes del universo.. No me diga usted que el parecido no es, también, inquietante.

Sufur dijo...

¡Me gusta tu explicación, Moriarty! Un gelidón en mi gimnasio...

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