enero 20, 2015

The Vampire of Budapest

Ay cuánto daño ha hecho el porno.

Más o menos en el momento en que aparezca esta entrada, si no he muerto en horrible accidente aéreo, estaré aterrizando en el aeropuerto de Budapest, donde voy a pasar unos días en calidad de "señora de". El osezno viaja por trabajo y yo me he pedido unos pocos días de vacaciones para acompañarle y conocer la orgullosa ciudad del Danubio. Siempre he tenido unas ganas locas de viajar a Hungría y, mira por cuanto, lo voy a conseguir (de nuevo, salvo catástrofe aérea).

Pero surge un problema. Aparece el nombre de Budapest, ¿y en qué creéis que pienso? ¿En la gloriosa basílica de San Esteban? No. ¿En el airoso parlamento neogótico? Pues tampoco. ¿En los señoriales bulevares de Pest? Ni de coña. Lo que me viene a la mente es esto:


Madrid, 1995: un joven y apocado estudiante con gafas lucha contra sus hormonas. El estudiante vive en una residencia de curas y, pese a tener a pocas paradas de metro el barrio gay más floreciente de Europa, se encierra en su cuarto y mantiene su apestosa virginidad a golpe de estudiar cuántica hasta que los operadores se le salen por las orejas. El impulso sexual, que en esa época aún no sabía muy bien por dónde salir, se le acumulaba al estudiante durante semanas hasta que al final, recogiendo las monedas de la paga que iba ahorrando, el muchacho y sus gafas se iban a un sexshop de la calle Orense a pasar una tarde de masturbaciones y sordidez en los pegajosos sillones las cabinas de vídeo.

Era aquella época, tras la caída del Muro, en la que en Europa del Este bastaba con ofrecerle un bocadillo de chóped al primer ingeniero aeronáutico que pasara por la calle para que éste se dejara eyacular en el occipucio. Vamos, más o menos lo que ocurre ahora en España. Las productoras porno se marchaban a rodar sus pringosas producciones a maravillosos emplazamientos como Praga, Budapest o Chernobyl, marcando una nueva era de proezas interpretativas dignas de Óscar y de sorprendentes giros argumentales. Aquello marcó el inicio de la Edad de Oro del porno con subtítulos.


Kristen Bjorn es al porno gay lo que los enanitos de escayola son a la decoración de jardines. "Mamá, los vídeos que has pillado en mi ordenador no son guarrerías porque las escenas tienen muy buen gusto". Mucho buen gusto, en este contexto, consiste en que los actores fornican en camas de abuela con acompañamiento de violines. Da casi tanta risa como ver un programa de QQCCMH. En los noventa la productora se lanzó con entusiasmo a conquistar Europa del Este, rodando unas seis o siete millones de películas que son todas exactamente iguales entre sí.

"Vampire of Budapest" cuenta la dramática historia de un vampiro de Budapest. Qué sorprendente, ¿verdad? El vampiro busca aliviar su soledad follándose a jovencitos, con lo que los convierte en seres de la noche como él. Hay un joven forastero que llega a la ciudad, no conoce a nadie y se va a bañarse en unas termas, lo cual lógicamente acaba en orgía. El vampiro se enamora del forastero y se lo folla muchísimo, pero no me queda muy claro si al final al chico le salen colmillos o no.


En fin, que este tipo de cosas tan truculentas le marcan a uno muchísimo y ahora no sé si voy a poder recorrer Budapest sin ver vampiros, orgías y actores malos por todas partes. El porno, como decía al principio, hace mucho daño.

5 comentarios:

PasaElMocho dijo...

Jajaja, de eso mismo te iba a hablar yo vía Fb.

En verano de 2002 fui a Budapest con un amigo, y por la noche nos ocurrieron dos anécdotas curiosas.

La primera de ellas, que al pasar con el autobús por una calle vi un local con un luminoso de arco iris, y le dije a mi amigo "ahí, ahí hay que ir por la noche". Y cuando por la noche fuimos... ¡era una tienda de Apple, que por aquel entonces tenía el logo de la manzana con los colores del arco iris! Patético.

La segunda, que fuimos a un local de ambiente (esta vez de verdad) y al poco de entrar le comenté a mi amigo: Yo conozco este local, al fondo hay una moto. En efecto, allí se raodó "Chicos del Danubio" (o algo así), de cuando se podía piratear la Taquilla XY del Canal Plus con una tarjeta y un chip.

¡Qué tiempos!

starfighter dijo...

Es que además te pones a comparar a las producciones de Budapest con las de Praga u otras y no hay color. Esas termas, esos balnearios imperiales, esos hombres... Tu lo has dicho: el porno es a los gay como Disney es a las niñas. Espero que la realidad sea mucho mejor ;)

Christian Ingebrethsen dijo...

Ten mucho cuidado no sea que un desaprensivo húngaro te vampirice a polvos. Aunque igual no sería tan malo.

Deric dijo...

jajaja
suerte que el vampiro de la peli es muy feo

Sufur dijo...

Jajaja aún no he pisado el ambiente budapestino (¿o es budapestoso?), pero puedo decir tres cosas:

1) La ciudad es enorme y muy bonita. Vengo descojonado de la caminata de hoy.

2) Los camareros son MUY guapos, muy de peli porno con pretensiones.

3) Se come muy bien. Alimentos procesados, digo.

Ya os iré contando ;-)

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