julio 11, 2015

Mundo moderno: ¿me hago emprendedor o hípster?

El zeitgeist se resume en la siguiente frase:
"Hola, me llamo Gwendolyno y soy una persona irrepetible, especial y única. Para demostrarlo, he decidido seguir una moda reciente que también practican otros dos millones de personas."
Para ser moderno hay que ser tribal: el siglo XXI, si se mira de cerca, sólo se diferencia del mesolítico en que entonces tenían tigres dientes de sable y ahora tenemos a Ágatha Ruiz de la Prada, que también da mucho miedo. No vale con tener aficiones, una profesión y una deuda con el banco: hoy en día, si quieres ser alguien, tienes que ser algo. Por ejemplo, "emprendedor"

Emprendedor. Qué palabra tan bonita. Suena a explorador blanco buscando las fuentes del Nilo equipado únicamente con un mechero, un orinal y las páginas salmón de "El País". El Ministerio de Economía está entusiasmado con el término, que ha tenido mucho más éxito social que la otra propuesta que tenían pensada ("competitivividor", dícese del vividor follador que compite por alcanzar las mayores cotas de crecimiento macroecoómico sin dar un palo al agua). España lo que necesita son más emprendedores y menos competitivividores. 

Para ser un emprendedor necesitarás: paciencia para lidiar con la burocracia, dinero (ya sea en forma de ahorros, de socios capitalistas o de ese animal legendario y mitológico, el crédito bancario) y una idea genial. Esto último, en la España del siglo XXI, es lo más fácil de todo: 

Basta, naturalmente, con copiar la misma idea genial que está aplicando el resto de la tribu.

En Santander, ciudad de clima atlántico moderado, el paso de las estaciones apenas viene marcado por cambios de tiempo (que permanece siendo una birria todo el año). En su lugar, el ritmo de los meses se percibe (o percebe, si tienes suficiente dinero) en el ir y venir de los negocios de idéntico pelaje que, desafiando todo sentido común, aparecen todos al mismo tiempo (como las proliferaciones de hongos en las duchas del gimnasio), llenan el ecosistema durante un breve tiempo y acaban cerrando todos en menos que canta un imputado. Así, en rápida sucesión, hemos visto eclosiones y extinciones masivas de:
  • Puestos de yogur helado (en un año pasamos de tener cero a seis y luego a dos).
  • Tiendas de cigarrillos electrónicos (hoy en día, peluquerías caninas o ultramarinos chinos).
  • Panaderías "creativas" que compran el pan de espelta precongelado al mismo distribuidor.
  • Tiendas de pastelería creativa, es decir, de moldes de silicona para hacer cupcakes.
  • Puestos de donuts glaseados (el más fugaz no duró un mes abierto).
  • Tiendas de perfumes de imitación.
Mención aparte merecen los colmados de baterías y carcasas de móvil, que por el momento parecen ser los únicos que no cierran. Actualmente la moda está en las tiendas de cartuchos "genéricos" de tinta para impresoras (de febrero a hoy han abierto cuatro en mi barrio, a este ritmo de impresión acabamos con lo que queda del Amazonas antes de Navidad) y, lo que más me duele, los takeaways japoneses. Me encanta la comida japonesa pero, ¿puede una ciudad como Santander mantener cinco sushi bars a la vez? Me temo que esto va a acabar en desastre, forzando a cerrar en el proceso al único restaurante de verdad japonés y medianamente bueno de la ciudad.

Por favor, que alguien me explique el motivo de la estupidez del emprendedor santanderino medio.

Menos mal que no hace falta hacerse emprendedor moderno para demostrar al mundo nuestra idiotez. Basta con volverse hípster, que es mucho más barato (excepto en vinilos). Yo, que soy moderno, irrepetible, especial y todo eso, ya lo estoy intentando con todas mis fuerzas. Pero no me sale la barba. ¿Cuándo llegará de una vez la moda de montar tiendas de barbas postizas?




4 comentarios:

Alex dijo...

Lo terrible de ser emprendedor es que las ideas originales son pocas.
Ademas, hay que tener capital, capital, capital para poder emprender! Yo, que nunca he tenido animo de comerciante prefiero ser empleado...

Mugen dijo...

Yo soy vintage que es más práctico, todo me sale barato porque está sucio y usado. Vamos que no tengo un duro y compro de segunda mano. Aunque si quiero ser fino diré que soy "nostálgico". jajajajaja

Moriarty dijo...

Por su edad tal vez no se acuerde usted, pero lo mismo pasó allá por los ochenta con los videoclubs. Sólo en tres calles de mi barrio había cuatro de ellos, si no recuerdo mal.

Unknown dijo...

Ya que es difícil tener una idea original, en cuanto alguien amenaza con tener una es rápidamente copiado por todos los demás. Pero es un proceso cíclico: los gimnasios, los videoclubs, los kioscos, los bares de modernos, las tiendas de informática... y ahora los yogures helados y las magdalenas modernas.

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