septiembre 10, 2015

Feliz año nuevo

Ya lo he comentado en varias ocasiones: para quienes no hemos dejado nunca la academia, el año no comienza en enero sino en septiembre. Por eso, lógicamente, toca poner como fondo musical "Aguas de marzo":


¿Perdón? ¿Aguas de marzo en septiembre? Lógico, pues es un tema brasileño y en el Hemisferio Sur, recordemos, el otoño empieza en marzo: "são as águas de março fechando o verão, é a promessa de vida no teu coração". Últimamente estoy muy brasileño yo, y no solo por motivos profesionales.

En Santander el verano es una época lluviosa y cálida que comienza allá por San Fermín y termina más o menos por Santiago Apóstol. Es decir, hace ya tiempo que se acabó el verano, pero como he estado de viaje durante todo agosto yo no me había dado mucha cuenta hasta ahora.




No falla: llega el día uno y de repente los alumnos que tienen asignaturas para septiembre se acuerdan de ponerse a estudiar y a preguntar sobre sus dudas. El examen era el día dos. Los resultados no sorprenden a nadie, salvo tal vez a los propios alumnos, que viven en un perpetuo estado de estupor. Hay dos clases de alumnos que se presentan a los exámenes de septiembre: los que suspendieron en junio y los que dejaron la asignatura para el verano por motivos estratégicos. Los primeros muy rara vez aprueban: cuatro meses de no enterarse de nada seguidos por un verano de tampoco enterarse de nada suman exactamente la siguiente cantidad: nada. Los que dejaron la asignatura para centrarse en otras y atacan durante el verano, por otro lado, son algo totalmente distinto: bastantes aprueban y lo hacen con buena nota. He aquí la diferencia entre estrategia y tozudez.

Igual de desastre que los alumnos somos sus profesores. Organizo un congreso para la semana que viene. El plazo límite para registrarse era el 20 de agosto y por tanto, lógicamente, más de la mitad de los participantes se lo saltaron y se registraron durante la extensión de plazo que (evidentemente) concedimos. Ya estaba previsto: siempre es así. Lo que me ha sorprendido un poco (no mucho, la verdad) es que a cuatro días del comienzo del congreso aún haya gente apuntándose. No me voy a quejar: los congresos, como las orgías, son más divertidos cuanta más gente participe.

He vuelto también al gimnasio, a.k.a. Vanessolandia. El verano se ha saldado con un +2 kilos que hay que fundir. Esto en 88 kilos, mi máximo histórico, igualando a los que tenía a los 20 años, con la única diferencia de que antes yo era 100% tocino y ahora soy 80% tocino, 20% músculo. Los pantalones me aprietan, las camisas no me valen y tengo agujeros en los calcetines. Esto último no es culpa de mi aumento de peso, sino de mi vagancia a la hora de ir de compras. Mi gimnasio ha comprado un taller de coches que había al lado y lo ha transformado en un espacio para crossfit: putas modas. Lo bueno es que ahora los Vanessos se reparten entre ambos locales y tengo algo más de espacio para renquear y resolplar como un cachalote varado entre mancuernas y otros aparatos de tortura. En cuanto a los Vanessos en sí, el año comienza con unos cuantos ejemplares nuevos, incluyendo un par de esos que los ves y te entran unas ganas enormes de eyacularles en la cara.


El osezno, para equilibrar mi balanza energética, ha vuelto a los fogones por todo lo alto: ceviche de rape y langostinos, ensalada de toronja y aguacate y budín de pan con arándanos. Cómo cocina ese hombre, por Dior. Qué peligro. Delicioso peligro...




3 comentarios:

Christian Ingebrethsen dijo...

Me alegro de que en mi trabajo no se hagan congresos entre los de mi puesto porque soy el típico tío repelente que dice "yo al trabajo/a clase no vengo a hacer amigos" porque me pone un poco enfermo esa necesidad tan exagerada de hacer amigos que tienen algunos.

Mugen dijo...

Yo lo siento pero la horneada esa de pan bimbo no me ha gustado nada...

PasaElMocho dijo...

Inaceptable, el lunes no cabíamos en clase de Zumba

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