abril 29, 2016

The Book of Mormon

La lobá (consúltese el diccionario Mocho-Español) del viaje fueron dos entradas para ver The Book of Mormon, el musical más irreverente y chalado del West End. Y fue una lobá en toda regla: 97 libras y media por persona, sin contar el vinillo del intermedio. Pero mereció la pena: estuvimos en tercera fila, lo suficientemente cerca como para ver los esputos de los actores pero lo suficientemente lejos como para no ser rociados por ellos, y lo pasamos como enanos.







Curioso tema para un musical, el mormonismo. De todas las religiones absurdas que conozco, la mormona es una de mis favoritas, no solamente por sus orígenes surrealistas sino por lo de los títulos: una religión en la que el rango más bajo posible lleva el nombre de "elder" –anciano– es lo más parecido que existe a mi fantasía de fundar una sociedad secreta en la que nada más entrar ya seas "Gran e Ilustrísimo Maestre de las Siete Llaves del Contabernáculo Celeste con Ribetes Decorativos", y de ahí en adelante.

El tema se aparta del clásico argumento del típico musical (el tenor quiere follarse a la soprano, pero el barítono se interpone). Éste va sobre una parejita de misioneros mormones novatos (elders), uno un poco tontaina y bonachón y el otro un poco tontaina y ambicioso, a los que asignan su primer destino. Es el momento de hacer grandes cosas, de dejar huella en el mundo, de pasar a la posteridad los dos, pero sobre todo uno de los dos.


Ese uno de los dos sueña con que su primer destino sea el lugar más maravilloso y mágico del mundo, la tierra prometida a la que todos desean ir: Orlando

Lógicamente, les destinan a Uganda.

Los dos jóvenes llegan con toda la ilusión de evangelizar y se encuentran con una población que no puede estar menos interesadas en chorradas teológicas, teniendo como tienen que ocuparse de cosas más apremiantes como la tiranía de los señores de la guerra, la miseria, el SIDA, el hambre y las sequías. Cuando los mormones preguntan a los nativos qué relación tienen con Dios, éstos les responden con un tema que nos recuerda al Hakuna Matata de El Rey León: "Hasa diga eebowai". Literamente: "¡que te follen, Dios!" (en el coño).


Enfrentados a una misión imposible y a la pasividad de sus propios compañeros, los muchachos se ven obligados a elegir entre fracasar en su misión o hacer lo que se supone que un mormón nunca debe hacer (aparte de beber café): mentir como un bellaco.

Y esto da una idea del tono general del musical:  lenguaje no apto para menores, señores de la guerra obsesionados con la amenaza de los clítoris, jefes de misión con homosexualidad reprimida (o no tan reprimida), mentiras, metáforas, gente que se folla lagartos y mucha, muchísima mala leche. Eso sí, como ya estáis oyendo el nivel musical no es ni mucho menos el de un West Side Story, ni el de un Los Miserables, ni siquiera el de un Cats. Está más bien en la liga de un Spamalot, y casi igual de divertido.


We are the sunrise on the Savannah...
A monkey with a banana...
A tribal woman who doesn't wear a bra...

Curiosamente, aunque sea satírico The Book of Mormon no es un musical que deje particularmente mal parada a la religión. Solo se mete con los que se escudan en los altos ideales la religión para olvidarse de los problemas reales del mundo. Los propios mormones, que son listos como ellos solos, aprovechan en Estados Unidos para contratar publicidad en el Playbill: "ahora que has visto el musical, ¿qué tal si te lees el Libro?". ¡Tengo la sospecha de que la Iglesia Católica no tendría tanto sentido del humor en su lugar!




1 comentario:

Alex dijo...

He querido ir a verla pero las razones obvias (££££) me lo han impedido. Espero este año sí lograrlo

LinkWithin

Blog Widget by LinkWithin

Adoradores