agosto 30, 2008

Sufur de la India (I): marcas sobre el mapa

Fue en una de mis lecturas de niñez, no logro recordar exactamente cual: la protagonista llevaba siempre consigo una libreta y un lápiz a la cama para, al despertarse, apuntar rápidamente los sueños que había tenido durante la noche. Porque es sólo cuando se está recién despierto que los sueños conservan ese brillo especial, como el polvillo de las alas de las mariposas, que en pocas horas se desvanece, y el sueño pasa de ser algo mágico a convertirse en algo vulgar, y en seguida se olvida.

Con los viajes sucede algo parecido. Consciente de ello, llevé conmigo a todas partes mi moleskine y mi cámara de fotos, dispuesto a capturar los momentos más importantes del viaje ya fuere sobre el papel o sobre los píxeles del aparato. Pero no conviene subestimar la propia vagancia: al final acabé usando sólo mi vieja Canon, sin escribir nada en ningún momento. Grave error: por mucho que se diga que una imagen vale más que mil palabras, hay pensamientos que sólo se pueden transmitir por escrito. Han pasado apenas dos semanas desde que terminó el viaje y ya siento cómo muchas de las experiencias que viví en la India se desdibujan en mi memoria, sobre todo después de haber pasado varios días en el lado opuesto del espectro social, económico y cultural: Suiza. Atrás quedaron los días en que me despertaba por las mañanas soñando aún con los colores, olores y sabores de la India. En pocos días más volveré a la normalidad y los templos semiabandonados de Mahabalipuram serán sólo un sueño más. Por eso debo darme prisa en escribir ahora que aún perdura una pequeña parte de la magia del viaje.


Han sido 28 días de viaje, durante los cuales he recorrido 17580 km en vuelos internacionales, otros 2089 km en vuelos dentro de la India (todo esto según el calculador de distancias de WebFlyer), 444 km en tren, 2256 km en coche (unas sesenta horas en total, a ojo), unos 30 o 40 km en rickshaw, unos 30 km en jeep, algo menos de 2 km en elefante, unas pocas decenas de millas naúticas en barco y una cantidad difícil de calcular de kilómetros a pie. Hemos visitado en mayor o menor profundidad las localidades de Pune, Mumbai, Ajanta, Ellora, Chennai, Kancheepuram, Mahabalipuram, Auroville, Pondicherry, Madurai, Tiruchchirappalli, Periyar y Cochin, sin contar el periplo por Goa que hizo el osezno en solitario. Hemos atravesado tres estados diferentes (cuatro el osezno) y paisajes que van desde bosque húmedo a las dunas. Hemos recibido las lluvias torrenciales del monzón y el sol abrasador sobre las salinas al sur de Madrás. Y todo ello no lo voy a ir contando paso a paso: no habría cuerpo que lo resistiera. Esto no es un diario de viajes.

A lo largo de las próximas entradas hablaré de la India, sí, pero no para relatar todas y cada una de mis andanzas en ella. Que yo sepa, de entre todos los seres humanos que pueblan este ridículo planeta sólo mi santa madre está genuinamente interesada en saber qué he hecho en cada momento del día, qué he comido y qué tal ha sido mi paso por el cuarto de baño (y sospecho que a ella tampoco le importan estas cosas en realidad), así que ahorraré este tipo de detalles -en su mayor parte, al menos- a los posibles lectores. Lo que queda son meras pinceladas con las que colorear las marcas sobre el mapa que está sobre mi escritorio.





4 comentarios:

gaysinley dijo...

Hola majo, veo que recién estrenado el blog, feliz andadura lo primero!

Que guay lo del viaje a la India, seguro que no sólo a tu madre le interesan los detalles, bueno por lo menos espero que nos cuentes más cositas (sitios recomendables y otros no tanto), porque es un viaje que tengo en mente no se cuando y debe ser la leche. Todo el mundo que ha estado, ha vuelto contando que ha sido una de las más increibles experiencias vividas de la historia... debe ser impresionante!

Me dejaré caer por aquí más a menudo a ver las novedades.

Un abrazo. Alberto

Nils dijo...

Carrara... Carrá... ¿tendrán algo que ver?

BIRA dijo...

Me da la sensación de que soy una madre frustrada porque a pesar de no tener hijos sí que me interesan todas esas cosas que le interesan a su santa madre.

Conozco a algunas personas que viajaron a la India y volvieron anonadados y entristecidos (por la pobreza y eso), pero no me dieron todos los detalles que me hubiera gustado saber. Por ejemplo, la comida. A lo mejor es una patochada que a nadie más interesa, pero es que yo soy golosa cun laudem y me encanta saber de la gastronomía de los diferentes países. La comida hindú la he probado, pero en restaurantes europeos, que supongo no será lo mismo que probarla allí. Así que, please, da un poco más de esos detalles.

El post está curradísimo y he aprendido cosas nuevas, como el nombre de esas libretas que estoy harta de ver y que no sabía que se llamaban así. Cuánto aprende uno en esto de los blogs, oiga. Me ha encantado la idea de irse a la cama con un cuaderno de notas. Las mejores ideas (si es que tengo alguna) siempre me vienen allí (así como los mejores sueños y las peores pesadillas) y nunca soy capaz de recordar nada.

Me paro. como irás viendo soy un loro parlanchín. Si mis comentarios son demasiado largos, avísame y pisaré el freno.

@ELBLOGDERIPLEY dijo...

Lo de los inacabables viajes en avión y en jeep, vale, me puedo hacer una idea ¡Pero has montado y viajado en un elefante! Así, a bote pronto, la idea me parece tan exótica y tan impresionante, que me impacta como si fuera un niño que tuviera cuatro años... Subirse en uno de los animales que más tiempo viven, y más extraños y gigantescos que uno imaginar pueda...Qué fuerte.
Un abrazo.

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