Cazador de nubes

Sé que no debería hacer esto. En palabras de un buen amigo mío, que me conoce y me aprecia a partes iguales, tengo en mi interior tanta poesía como una lata de berberechos, tanta sensibilidad artística como una mofeta muerta y tanto lirismo como un cáctus en una maceta. No debería escribir posts que no fueran de humor o de cinismo. Sencillamente, ser sensible no es lo mío.

Sin embargo, ayer tuve uno de esos días. Soplaba el viento Sur sobre la Bahía, picando las aguas, y sentí el irrefenable impulso de ir a casa, agarrar la cámara y salir a cazar nubes. Durante los días de viento Sur el cielo de Santander se pone violento y magnífico.

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El paseo con la cámara me puso melancólico, otoñal, y me entraron ganas de abrir las alas y echarme a volar en el aire desapacible de la tarde.

La ciudad parecía extrañamente vacía, como si sus únicos habitantes fuéramos las hojas muertas arrastradas por el viento, las gaviotas haciendo círculos allá en lo alto y yo. Me sentí solo.