Al final resulta que las personas más admirables no son las que salen en la tele, ni las que ganan premios, ni las que están en boca de todos.
Quienes despiertan mi más rendida admiración son todos aquellos hombres y mujeres -tengo la impresión de que más mujeres que hombres- que conviven en silencio día y noche con el dolor y sin embargo son capaces de seguir adelante con sus vidas, con una fuerza que me parece increíble.
No hay nada que me aterre más que el dolor físico.
Hay personas que padecen dolores crónicos -migrañas, reúmas, atrosis, fibromialgias, inflamaciones, dolores psicosomáticos... tantas posibles causas de dolor para las cuales no suele haber más tratamiento que el sintomático- y que son capaces aprender a convivir con esa tortura constante. Hay mucha gente es esa situación. Mi santa madre es una de esas personas: no ha habido un solo día en su vida en el que no haya tenido algún tipo de dolor o malestar físico. Y sin embargo no ha dejado nunca de trabajar como una mula, no ha perdido ese sentido del humor tan particular, del que soy pobre heredero, y nunca se ha permitido a sí misma caer en la trampa de quedarse en casa, encerrada, sino que cada día se echa a la calle a dar su paseo, a hacer la compra, ver a sus amigas, estar en contacto con el mundo y, en definitiva, a seguir adelante con su vida, aunque luego llegue a casa pálida y desfallecida.
Qué mujer tan fuerte y admirable. Y qué mal quedo yo si me comparo con ella.
En mi caso, mi pequeña tortura particular toma la forma de un dolor agudo que periódicamente se me instala en la parte derecha de mi cuello, hombro, pecho y espalda. A veces se me extiende hacia el brazo. El dolor suele llegar de forma suave, ir creciendo durante varios días, alcanzar una especie de estado estacionario que se prolonga una o dos semanas, y desaparecer luego de forma casi repentina. En su conjunto estas crisis suelen durarme entre dos y tres semanas. Luego atravieso uno o dos meses de normalidad, hasta que vuelve otra crisis.
La mejor explicación que he obtenido a lo largo de los años por parte de los profesionales es que ésta es una de esas "cosas que pasan, sin que se sepa bien el motivo". No es nada grave, no parece que los ataques empeoren con los años, y lo único que puedo hacer es tomar grandes dosis de paracetamol durante los días de dolor. También me viene bien aplicarme calor por las noches en las zonas afectadas.
Se trata de un dolor sordo y constante, acompañado de pinchazos cuando respiro. La verdad es que no es un dolor muy intenso: puedo vivir con él y la prueba es que no he faltado nunca al trabajo por ello. Lo que no puedo hacer es ningún tipo de deporte mientras me dura (nada de gimnasio: lo siento por el Tirillas). Pero bueno, dentro de la escala de dolores crónicos o semicrónicos, estoy convencido de que mi achaque es de los más leves posibles. Sigo siendo un tipo afortunado.
Aun así, este dolor me afecta mucho al estado de ánimo. Durante estos "días del mes" duermo mal. Estoy tristón, irritable, gruñón, caprichoso. Mi sociabilidad baja a mínimos absolutos. Pierdo la alegría de vivir: no me apetece salir, ni trabajar, ni leer, ni hacer nada. Ni siquiera el sexo me motiva. Lo único que me sigue dando cierto placer es la comida, pero hasta esa satisfacción me llega amortiguada. Vamos, que soy la alegría de la huerta.
Y me pregunto cosas. Si un dolor que en el fondo no es grave, sólo molesto, me hace sentirme así, ¿cómo reaccionaría ante un dolor serio de verdad? Me da miedo pensar que yo no soy una de esas personas fuertes y admirables de las que hablaba al principio.
Llevo hoy una semana de "ataque". Como mínimo me quedan otros ocho o diez días. Que les sean leves a los pobres que me rodean...
Quienes despiertan mi más rendida admiración son todos aquellos hombres y mujeres -tengo la impresión de que más mujeres que hombres- que conviven en silencio día y noche con el dolor y sin embargo son capaces de seguir adelante con sus vidas, con una fuerza que me parece increíble.
No hay nada que me aterre más que el dolor físico.
Hay personas que padecen dolores crónicos -migrañas, reúmas, atrosis, fibromialgias, inflamaciones, dolores psicosomáticos... tantas posibles causas de dolor para las cuales no suele haber más tratamiento que el sintomático- y que son capaces aprender a convivir con esa tortura constante. Hay mucha gente es esa situación. Mi santa madre es una de esas personas: no ha habido un solo día en su vida en el que no haya tenido algún tipo de dolor o malestar físico. Y sin embargo no ha dejado nunca de trabajar como una mula, no ha perdido ese sentido del humor tan particular, del que soy pobre heredero, y nunca se ha permitido a sí misma caer en la trampa de quedarse en casa, encerrada, sino que cada día se echa a la calle a dar su paseo, a hacer la compra, ver a sus amigas, estar en contacto con el mundo y, en definitiva, a seguir adelante con su vida, aunque luego llegue a casa pálida y desfallecida.
Qué mujer tan fuerte y admirable. Y qué mal quedo yo si me comparo con ella.
En mi caso, mi pequeña tortura particular toma la forma de un dolor agudo que periódicamente se me instala en la parte derecha de mi cuello, hombro, pecho y espalda. A veces se me extiende hacia el brazo. El dolor suele llegar de forma suave, ir creciendo durante varios días, alcanzar una especie de estado estacionario que se prolonga una o dos semanas, y desaparecer luego de forma casi repentina. En su conjunto estas crisis suelen durarme entre dos y tres semanas. Luego atravieso uno o dos meses de normalidad, hasta que vuelve otra crisis.
La mejor explicación que he obtenido a lo largo de los años por parte de los profesionales es que ésta es una de esas "cosas que pasan, sin que se sepa bien el motivo". No es nada grave, no parece que los ataques empeoren con los años, y lo único que puedo hacer es tomar grandes dosis de paracetamol durante los días de dolor. También me viene bien aplicarme calor por las noches en las zonas afectadas.
Se trata de un dolor sordo y constante, acompañado de pinchazos cuando respiro. La verdad es que no es un dolor muy intenso: puedo vivir con él y la prueba es que no he faltado nunca al trabajo por ello. Lo que no puedo hacer es ningún tipo de deporte mientras me dura (nada de gimnasio: lo siento por el Tirillas). Pero bueno, dentro de la escala de dolores crónicos o semicrónicos, estoy convencido de que mi achaque es de los más leves posibles. Sigo siendo un tipo afortunado.
Aun así, este dolor me afecta mucho al estado de ánimo. Durante estos "días del mes" duermo mal. Estoy tristón, irritable, gruñón, caprichoso. Mi sociabilidad baja a mínimos absolutos. Pierdo la alegría de vivir: no me apetece salir, ni trabajar, ni leer, ni hacer nada. Ni siquiera el sexo me motiva. Lo único que me sigue dando cierto placer es la comida, pero hasta esa satisfacción me llega amortiguada. Vamos, que soy la alegría de la huerta.
Y me pregunto cosas. Si un dolor que en el fondo no es grave, sólo molesto, me hace sentirme así, ¿cómo reaccionaría ante un dolor serio de verdad? Me da miedo pensar que yo no soy una de esas personas fuertes y admirables de las que hablaba al principio.
Llevo hoy una semana de "ataque". Como mínimo me quedan otros ocho o diez días. Que les sean leves a los pobres que me rodean...
16 comentarios:
Te entiendo lo de la asociabilidad. No se si lo de "son esas cosas que pasan" es muy científico, algún motivo habrá.
Cuídate mucho.
A mi me pasa lo mismo, más que miedo a la muerte o la enfermedad, tengo miedo al dolor a no soportarlo, pero te aseguro querido amigo, que te haces fuerte y lo soportas, yo el peor de todos que recuerde fue hace 5 años con un cálculo renal, me daban unos cólicos nefríticos que parecía la niña del exorcista retorciéndome... fue horroroso... y el desenlace ni te cuento, apoteósico!
Así que mi escala de dolor después de esto bajo sensiblemente...
¿Qué curioso lo que te pasa?. Algo así me pasó como 3 veces en mi vida hace años sobre pinchazos en la espalda y pecho al coger aire, tampoco me supieron decir de que, yo lo asociaba a que había cogido un frío, no me limitaba pero era un tanto desagradable en cuanto te movías y respiraba a medias para que no repercutiera y se me iba en una o dos semanas...
Y la verdad que cuando uno está así se quitan las ganas de todo... nuestras madres es que yo creo que están hechas de otra pasta.
Mejórate. Besos. Alber
Totalmente de acuerdo en que las madres son de goma y ni sienten ni padecen.
Yo no soy muy de quejarme de dolores, pero sí he de reconocer que cuando no estoy "bien", no estoy pa ná. Bueno, a veces "pa eso" si puedo estar, que "un esfuerzo" se hace en cualquier momento...
¡Ánimo y que se pase pronto!
En general los hombres somos unos cagarrias, con toda la razón, vaya, porke DUELE.
Y sí keremos ser como nuestras mamis, primero tendríamos ke parir.
¿ Kien se atreve a ser el primero?
El dolor no sirve para nada fuera de la función primaria de avisarnos de que algo va mal en nuestro cuerpo.
Tener que enfrentarse a la sensación invalidante de ese tipo de dolor nos acerca a nuestros límites como seres humanos y no siempre estamos a la altura de lo que pensamos que que tendríamos que dar de sí. Pero no tenemos que ser héroes, ni siquiera ante nosotros mismos.
Así que felices paracetamoles y que pase cuanto antes.
CARI, por una vez no sé que decirte, si dices que te han visto ya profesionales. Ya saben que los dolores de espalda dicen que es el gran mal del siglo. Igual es algo postural, o del blgo o de ver la tele con la cabeza en el culo de tu marido o de tanto ir y venir a la cocina, ajajaj
El otro dia me dijo una amiga que estudia fisio que todo viene de que en realidad el hombre debería andar a cuatro patas, ser un cuadrúpedo y no ir erguido... ya ves. A ver si el remedio va a ser que hagas mas la postura del perrito jajajajaja
Bezos.
bueno supongo que tambien depende de la trayectoria personal de cada uno, por ejemplomi padre de pequeño paso muchisimas miserias y a dia de hoy aunque tenga una verdadera pulmonia pocos lo escucharan quejarse, porq creo q ya comparado con lo anterior no es tan grave.
Nosotros hemos nacido en una epoca de colchon emocional donde todo nos lo pusieron biencomodo y no estoy diciendo que tu dolor sea menos, sino que intento buscar la razon a la fortaleza de tu progenitora.
saludos
Vaya, lo siento, espero que tengas cerca un buen masajista que pueda aliviar el dolor o darte alivio, como gustes ; )
Espero que sean menos días de los que dices, pero esos dolores tienen que tener una explicación. Un buen examen médico y paciencia, aunque eso veo que ya lo tienes.
Besos.
hay un libro que dicen que es muy bueno sobre cómo quitar el dolor de espalda o de esa zona. si quieres le pido el título a una amiga. a ella le dolía un montón y se curó casi del todo
también puedes practicar técnicas de relajación, tai chi o yoga pero que sepan lo que hacen. averigua bien qué saben y si han estudiado y cuanto tiempo. si te interesa algo de eso te puedo dar dos buenas direcciones. y masajes. aunque no te duela, ve al masajista dos veces al mes. no sé si curras, pero hay sitios en madrid muy buenos y por poco dinero te llevas una hora de masaje. no lo dejes
cuanto más viejo más pellejo
Pues cuídate, mímate y trata de relajarte. Quizá te vendría bien unos masajes, dados por quien sabe darlos, no por cualquiera ¿eh?
realmente cierto que hay gente no famosa que debemos admirar más.
lo del dolor tuyo, has probado con un quiropràctico o la medicina alternativa?
Hola chicos,
Gracias por los comentarios. Tomo nota de vuestros consejos, sobre todo lo de los masajistas (lo malo, Sero, es que no soy de Madrid, pero gracias) y lo del quiropráctico. Algo tengo que probar, desde luego: no tengo nada que perder. Y, mientras tanto, paciencia no me falta... :-)
Ay qué penita me ha dado leer este post, Sufur. Compartimos dolores (aunque los míos no van por rachas de ataques, sino que son continuos y menos intensos). Le tengo pánico al dolor. A la muerte le tengo respeto (quién no??), pero no tanto miedo como a morir sufriendo. Es algo que me aterroriza. Pero es que me acojona tanto, tanto, tanto, el dolor que no sólo me pasa con el mío, no, sino que además me angustia el dolor ajeno.
De todos modos, y en cuanto a lo que te planteas, dice el refrán (ya sabes que soy muy refranera) que no te de dios lo que puedas aguantar.
Espero, de corazón, que la cosa vaya a mejor y encuentren la razón por la que se producen los dichosos dolores. Y un día puedas escribir una preciosa entrada en la que nos cuentes que se han ido para no volver.
Besotes y feliz semana!
Un par de post atrás te definías como neurótico. Felicidades, hermano. Ya sabes qué puerta tienes abierta: la de las enfermedades psicosomáticas.
Ni pastillas ni nada: introspección.
Que haya suerte.
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