Según una vieja leyenda urbana, los animales domésticos acaban pareciéndose a sus dueños, o tal vez ocurra en el sentido contrario. Según se cuenta, cuando el famoso pintor de perros Flabbergast recibió el encargo de retratar al caniche favorito de la baronesa Swallow, pintó un gigantesco rottweiler con las fauces ensangrentadas que era tan clavado a la aristócrata que nadie, ni siquiera los familiares más allegados, era capaz de distinguir quién era quién: a la muerte de la baronesa el cuadro fue enterrado con todo boato en el panteón familiar y el cadáver la pobre mujer acabó colgado en la pared del comedor de un hotel de Londres. Detalles biográficos aparte, jamás me tomé en serio el mito del parecido entre mascotas y dueños de mascotas hasta que me convertí en uno de ellos... De los dueños, se entiende, aunque probablemente mis gatos piensen de mí exactamente en los términos opuestos.
Tengo la suerte de compartir un coqueto apartamento con tres encantadores y peludos mamíferos: un osezno y dos gatos llamados Mastropiero y Baldomero. Cualquiera que haya convivido con gatos sabrá ya de sobra cómo de idiosincráticos pueden llegar a ser estos animales, con unas personalidades a su manera tan marcadas y variadas como las de los humanos. Cada gato desarrolla un carácter, unos gustos y unas costumbres propias muy particulares, de gran complejidad, con sus cambios de humor, sus neurosis y todas esas pequeñas rarezas que hacen que uno nunca se aburra al lado de estos bichos. El caso es que cada día estoy más convencido de que, ya sea por el azar o por la necesidad, Baldomero y Mastropiero se nos parecen más cada día, tanto en lo físico como en lo mental. Baldomero es como el osezno y Mastropiero es como yo, o tal vez seamos nosotros quienes somos como ellos. A estas alturas es difícil decirlo.
Baldomero es el guapo de la pareja. Gato de raza (un british shorthair blue) aristocrática, con pedigree, la genética está de su parte. Es redondito, peludo, suave, de pelaje oscuro y ojos marrones; atrae todas las miradas y todos los "ohhhs" allá donde va.
Tengo la suerte de compartir un coqueto apartamento con tres encantadores y peludos mamíferos: un osezno y dos gatos llamados Mastropiero y Baldomero. Cualquiera que haya convivido con gatos sabrá ya de sobra cómo de idiosincráticos pueden llegar a ser estos animales, con unas personalidades a su manera tan marcadas y variadas como las de los humanos. Cada gato desarrolla un carácter, unos gustos y unas costumbres propias muy particulares, de gran complejidad, con sus cambios de humor, sus neurosis y todas esas pequeñas rarezas que hacen que uno nunca se aburra al lado de estos bichos. El caso es que cada día estoy más convencido de que, ya sea por el azar o por la necesidad, Baldomero y Mastropiero se nos parecen más cada día, tanto en lo físico como en lo mental. Baldomero es como el osezno y Mastropiero es como yo, o tal vez seamos nosotros quienes somos como ellos. A estas alturas es difícil decirlo.
Baldomero es el guapo de la pareja. Gato de raza (un british shorthair blue) aristocrática, con pedigree, la genética está de su parte. Es redondito, peludo, suave, de pelaje oscuro y ojos marrones; atrae todas las miradas y todos los "ohhhs" allá donde va.
A Baldomero no le gusta complicarse la vida. Es sensato y pragmático: sabe bien lo que le gusta y va a por ello sin vacilación. Le gusta tumbarse a nuestro lado y observarnos mientras trabajamos, leemos o vemos la tele. Le gusta tumbarse a dormitar en los sitios más frescos de la casa. Ahora que lo pienso, lo que le gusta es tumbarse y punto, a todas horas y sea donde sea.
Es comilón, pero no goloso. Nunca nos pide comida que no sea de la suya. Se conforma con lo que tiene. Es el amo indiscutible de la casa, está feliz en ella y no necesita más: nunca intenta salir más allá de la puerta y no muestra especial interés por cazar los pájaros que ve a través de la ventana. Le gusta jugar, pero no cansarse: nunca pasa demasiado tiempo corriendo a lo tonto detrás de su pelota de goma. Se encuentra tranquilo y eso se nota hasta en la forma de dormir: panza arriba, despatarrado y despreocupado, sin miedo a que ningún depredador le vaya a molestar.
Es el ser más feliz que conozco. Baldomero es un ronroneador profesional. Basta que le mire para que él empiece a respirar más fuerte, se estire, empiece a ronronear y ponga cara de "a qué esperas, hombre, acaríciame ya". Lo único que realmente necesita en este mundo es su ración diaria de caricias y que le rasquen detrás de las orejas. Muchas veces me encuentro durmiendo en mitad de la noche, él salta suavemente a la cama, se sienta al lado de mi cabeza, se pone a ronronear suavemente y me pone una patita sobre la cara con suavidad, pero con firmeza: "acaríciame". Y yo, que no puedo negarle nada, me despierto y le acaricio lentamente hasta que ambos nos dormimos juntos. O hasta que él se va, yo vuelvo a dormirme y pasan un par de horas antes de que vuelva a empezar el proceso: nadie dijo que tener mascotas adorables fuera compatible con tener un sueño profundo y reparador.
La relación entre Mastropiero y Baldomero es la clásica de amor-odio: Baldomero ama a Mastropiero, y Mastropiero odia a Baldomero. Al menos en eso no se parecen a nosotros. Baldomero llegó después a la casa, y creo que a Mastropiero le queda aún algo de síndrome del príncipe destronado. Además, a Baldomero le encanta fastidiar a su "hermano". Si Mastropiero está durmiendo tranquilamente al sol, Baldomero llega y empieza a jugar con del rabo del otro hasta que éste se harta, pega un bufido y se va a otra parte. Luego Baldomero se tumba tan ricamente sobre el trozo de sofá que su hermano había calentado. Qué paciencia tiene el pobre Mastropiero.
Mastropiero es el neurótico de la pareja. Gato callejero, aunque la veterinaria cree que debe tener algún antepasado de raza por la separación de sus ojos, tiene otro tipo de belleza menos clásica que la de Baldomero. También es algo más esbelto. De pequeño era todo orejas. Como yo, es de pelaje pálido y tiene unos ojos claros que no se sabe muy bien qué color tienen, entre verdes, azules y amarillos.
Mastropiero es curioso y aventurero, aunque en el fondo es un cobardica. Busca cosas fuera, pero no sabe qué es lo que busca. Está siempre deseando colarse en los armarios, entrar en las cajas, esconderse debajo de las sillas y escaparse de casa. Más de una vez nos ha dado algún disgusto por ello, sobre todo cuando vivíamos en el viejo ático y se escapaba al tejado. Siempre escapa hacia arriba. Muchos días abro la puerta y él sale disparado al rellano, saltando escaleras arriba, y tengo que ir a buscarlo para traerlo de nuevo a casa. Siempre anda con la antena del cazador puesta, y se pasa horas junto a la ventana mirando las palomas con cara de querer matarlas a todas. Corrijo: de jugar con ellas hasta matarlas. Pero a la hora de la verdad se acobarda como el gallina que es, ¡el pobre!
Si Baldomero es la tranquilidad personificada (¿gatificada?), Mastropiero es el puro nervio. Sólo muy raramente, cuando entra el sol a raudales por la ventana y él lleva un rato tumbado a la luz y el calor, parece relajado. El resto del tiempo está siempre alerta, pendiente de todo. Duerme con las orejas en alto girando como un radar, con las patas recogidas y protegiéndose el vientre. Y con un ojillo siempre medio abierto, por lo que pueda pasar.
Es menos comedor que Baldomero, pero más caprichoso. En cuanto abrimos la nevera viene como un rayo a pedir algo rico. Adora sobre todas las cosas los yogures y las lonchas de pavo. Siempre que nos ponemos a cocinar se queda rondando cerca y en cuanto nos sentamos a comer se pone a dos patas pidiéndonos un bocado. Yo busco en el plato aquello que sepa que le va a gustar menos, se lo alcanzo y le dejo que lo huela: él entonces arruga el hocico y se va. Pero al menos lo ha intentado.
Mastropiero es la contradicción. El mírame y no me toques. El individualismo más exacerbado y la dependencia más absoluta. Le gusta estar cerca de nosotros o sobre nosotros, pero sin que le toquemos las narices. En cuanto empezamos a hacerle caso se va con la música a otra parte. Rara vez se deja acariciar y nunca, nunca ronronea. Pero sin embargo nos busca y sufre si no pasamos tiempo en casa. Cuando oye que uno de los dos sube por las escaleras del portal salta, dejando lo que esté haciendo, y corre a esperarnos a la puerta (a veces para escaparse, todo hay que decirlo). Baldomero, sin embargo, pasa. Cuando entramos en la casa empieza a frotarse contra nuestros pantalones, y si le rascamos detrás de las orejas la situación se vuelve extraña porque se nota que él quiere y no quiere al mismo tiempo: se aprieta más contra nosotros, como buscando más, pero al mismo tiempo empieza a menear el rabo, diciéndonos que está incómodo. Nos huele, se deja acariciar treinta segundos exactos y luego sale echando chispas como diciendo: "ya vale, tíos". Manteniendo las distancias. Quiere tenernos cerca, pero mantener su espacio.
Tal vez sean estas analogías las que hacen que mi gato preferido sea Mastropiero y el del osezno, Baldomero. Que conste que lo digo aquí porque sé que mis gatos son poco dados a la lectura y es improbable que se enteren de que he dicho esto: si algún día alguien repite esto en voz alta, negaré haberlo dicho.
24 comentarios:
He de decir que no me ha quedado una cosa. Es el osezno el que retoza desnudo al sol y tú el que vas a molestarlo tocándole el rabo. ¿Y el osezno pega un bufido y sale corriendo?
Cuando sea mayor, tenga un contrato y una casa de más de 40 m2 tendré un gato. Si la casa tiene más de 80 m2 a lo mejor tengo dos. Y si tiene más de 100 m2, dejo que el Sr.Skyzos se venga a vivir con nosotros. Bueno, quizá no lo haga en ese orden, ya veré...
Se supone que es al revés, Shepperdsen, aunque ahora que lo pienso...
Que conste que tienes dos gatos preciosos, pero me gusta más Maestropiero, es más como yo: tampoco se sabe de color son mis ojos.
Vaaale, aceptamos gatos y osezno como animal de compañia ;)
Yo con los animales tengo una relación extraña, me gustan, pero me siento incapaz de hacerme responsable de ellos, no por pereza o comodidad, si no por no saber si seré capaz de cuidarlos como es debido
creo que veo un lindo gatito...
jeje siempre me encanto baldomero como nombre pa un gato
te convertiras en el viejo de los gatos?
Tienes unos gatos preciosos, me encanta Baldomero. El mío es una mezcla de los tuyos ;)
Guapísimos ambos dos!. Que coquetuelo como sabe el Baldo que le estás haciendo fotos para algo importante, esto es un posado con glamour y lo demás tonterías... si de casta le viene al gato.
Y Mastropiero, tiene una mirada preciosa y limpia! y quien dijó que el pedigrí va en la sangre, si ya con ese nombre y esa pose.
Precioso post, porque transmites un tremendo cariño por ellos en vuestra convivencia diaria.
Besos. Alber
Sufur, son impresionantes (ambos los dos, que suele decirse). Uno con todo su pedigree y toda su clase y el otro, tan callejerín, como los míos. No he podido ver todas las fotos (no sé a blogger qué le pasa últimamente) pero me ha encantado la ternura con la que has escrito el post. Siempre digo que son los gatos nuestros amos, y no al revés.
Por lo que cuentas, Baldomero es un poco como mi Boonie (no podría vivir sin mimos), claro que Boo no es aristocrático ni nada. Eso sí, tiene una educación exquisita.
Mastropiero es más como Snake. Se parecen tantos que podrían ser hermanos. No físicamente. Snake es un torazo que pesa casi diez kilos, pero sí en los gustos y en el comportamiento. De hecho este nuestro sí que ha cazado un pájaro y se pasa horas y horas esperando repetir su "azaña". Ains, qué haríamos sin ellos?
Besos para ti y mimos para el osezo y los gaticos!
La verdad es que me siento la mar de identificado contigo cada vez que cuentas anécdotas de tus gatos, Bira. Son la bomba. Y está feo que lo diga yo, porque ellos son mis gatos y yo soy el fotógrafo, pero en cuanto blogspot vuelva a portarse bien no te pierdas las fotos de los gatos: están preciosos jeje.
Los gatos se cuidan prácticamente solos, Nyc. Lo único que tienes que saber es que a) van a hacer con su vida y con la tuya lo que les de la gana y b) tener gatos y sofás de tapicería inmaculada en la misma casa son cosas totalmente incompatibles. :-)
Naturalmente que me convertiré en el viejo loco de los gatos, Henmex: seré igual que la loca de los gatos de los Simpsons, pero con menos pelo :-P
Bruto, Starfighter, vamos a necesitar que alguien haga el desempate de preferencias jeje
Has calado perfectamente a Baldomero, GSL: le encanta posar. Me ve aparecer con la cámara de fotos y se pone a hacer monerías. Yo creo que es un poco como Nermal, el gatito mono que sale en los tebeos de Garfield: es adorable y sabe perfectamente cómo sacar partido de ello...
Por fin he podido ver todas las fotos, y hasta se las he enseñado al Costillo. Ambos venimos a confirmar que tienes (teneis) dos preciosos gaticos. Cuando Costillo ha visto a Mastropiero ha dicho inmediatamente que es como nuestro Snake cuando llegó a casa (ahora es como un toro, pero sin los cuernos). Nos han encantado.
Te contaré un secretillo, ahora que no nos oye nadie. Hace un par de meses compré un rollo de esos "atrapapelos", pero en lugar de ir con papel adhesivo como suelen ir siempre, es de una sustancia así como un pelín pegajosa. Lo pasas y arrastra con todo. Luego se pone debajo del grifo y como nuevo otra vez! Qué invento, tú! Porque con tres gatos en casa y con los pelos que yo voy dejando por el camino esto a veces parece Arizona.
Besotes!
Entiendo ke Baldomero levante suspiros; es un gato muy guapo.
Es un post taaan detallista; no le falta de na y se nota ke se pasa usted los minutos observándolos. Y será mejor ke NUNCA me presente a su osezno, ke tiene una pinta...
Pues, ahora que caigo, esta es en cierta medida la presentación oficial del osezno... la mano que sale en la última foto es la suya :-)
Sr. Shepperdsen, no sé yo si su gato y mi erizo serán compatibles... ¿Y qué es eso de que si hay más de 100 m2? A ver si a partir de ahora se va a follar a su gato...
Nosotros somos de perro, y nada que ver con los gatos, para empezar el nombre: Max, simple, como él...jajajajjaa
"Es redondito, peludo, suave, de pelaje oscuro y ojos marrones; atrae todas las miradas y todos los "ohhhs" allá donde va..." jaja ASi que si los gatos se os parece uno a cada uno de vosotros y Baldomero es igual al osezno.... Tu presumiendo de marido, no? jajaj
Bueno, a mi los osos como que no, pero los gatos me encantan y este post destila amor por los "tres" costados, jaaja
Bezos.
Miaaau
¡Madre del amor hermoso! ¡Un "Platero y yo" gatuno con profundidad psicológica! Me he quedado de una pieza. Magistral retrato de los dos. Yo soy más de perros (he sido, ...de muchos)....ahora no sé si siquiera podría tener uno Ay, mi Truman, algún día le dedicaré una entrada...¿Sucumbiré a los gatos? No sé, tuve una etapa en la infancia de gatos: cacé prácticamente a una gata salvaje, mi gata Luna. Cuando la amaestré un poco, parecía que más me quería, se hacía la cariñosa, y se hartaba de que le pusiera sus cuenquitos de leche...un buen día se escapó por los tejados, y sólo supimos que tuvo multitud de hijos y se debió tirar a miles de gatos...Desde entonces me desencanté de los gatos, pero...son animales domésticos, qué duda cabe. Lo que pasa que los perros, se parecen más (en teoría), al tipo de hombre manso y fiel que uno siempre desearía tener a su lado: tampoco me pasó, porque tuve muchos perros nerviosos, histéricos, neuróticos (especialidad de los Setter)...
Intenté ampliar la foto, pero no logré enterarme del libro que estabas leyendo, en el reposabrazos...
Soy más fan de Mastropiero, porque es más gato-gato...Los gatos, la esencia gatuna, es esa contradicción...Igual algún día tendré uno...Las últimas experiencias con gatos de amigos, son un contraste: o me arañan a lo bestia, o intentan que me haga novio de sus dueños, se les nota...menudos son los gatos de listos...
Besotes.
"Sauce ciego, mujer dormida" de Haruki Murakami: el Ripley de leer policíacos, aún con reflejos: me bastó ver la "V" de Versal, y apenas entrever o intuir la palabra "Sauce", que ni siquiera se ve bien:-). Ayyy...ya me he quedao tranquilo...
Un abrazo.
Yo tuve un perro que se llamaba Baldomero Fernández Rodríguez, pero todo el mundo lo llamaba Baldo. Marca Acme, por supuesto, como los apellidos indican. Ya sólo por eso tu gato me cae bien.
En cambio Mastropiero tiene una belleza como de fresco egipcio, con esa mirada inquietante. Sabe dios qué tendrá en la cabeza.
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