Enfurruñado con la televisión

Pues qué va a ocurrir. Uno llega a casa de la mina, cansado y sudoroso, desesperado, con la espalda torcida, los ojos enrojecidos, la nariz congestionada, en definitiva: hecho unos zorros. ¿Qué se puede hacer que sirva de descanso, relax, retiro y consuelo para el organismo? Existen varias opciones:

1. Ponerse a leer algo ligerito, como las obras completas de Kierkegaard. En danés, por supuesto.
2. Ponerse a ver la tele.
   
3. Hacer eso que estáis pensando todos.
4. Irse a la cama. A dormir.

El problema es que hacer 4) es un poco como admitir la derrota, que no está el cerebelo como para 1) y que 3) no toca ese día de la semana. Así que uno acaba intentando hacer 2), pero se topa con un pequeño obstáculo:

La televisión apesta.

Estoy muy enfadado con la televisión. Últimamente no encuentro series que me apasionen, o las ponen a horas intempestivas, o las cancelan en el tercer episodio. Ni tampoco programas que me motiven. Dos ejemplos de cosas que me irritan:

Prison Break. Empecé a ver la primera temporada con verdadera pasión. El argumento me parecía muy bueno, el personaje principal estaba bien desarrollado y los guionistas mantenían la tensión de episodio en episodio con mucha coherencia. Vale, por eso y porque Dominic Purcell es uno de los actores más follables de la televisión actual:


Pero la cosa empezó a flojear ya desde la segunda mitad de la temporada. Consiguieron acabarla más o menos decentemente, pero en la segunda temporada empezó un descenso a los infiernos que en la tercera se convirtió en un verdadero desplome. He empezado a ver la cuarta porque soy un masoquista y quiero saber en qué demonios acaba la cosa, pero la serie se ha convertido en una ridícula espiral de despropósitos que me hace rechinar los dientes. Todo por la maldita obsesión de alargar hasta el límite, con golpes de efecto cada vez más incoherentes, un argumento que tenía que haber acabado hace ya tiempo. Que acaben de una vez, hombre ya.

Sé lo que hicisteis. La gallina de los huevos de oro de la Sexta se está convirtiendo en una avestruz beoda. A fuerza de alargar el que solía ser mi programa favorito de las sobremesas, han acabado convirtiéndolo en lo mismo que antes criticaban: un programa del corazón. Sólo que sin Peñafiel, gracias a Dior. Pero no es eso lo que más me irrita, sino el que los señores de la Sexta me ignoren sistemáticamente. Todos los días Patricia Conde abre el programa introduciendo a Ángel Martín con una presentación presuntamente enviada por algún espectador, diciendo "y ahora damos paso a un hombre tan pequeño, tan pequeño, que..." Pues bien: después de los 269.406 correos electrónicos que les he enviado, después de haberme gastado cuatrocientos quince mil euros en sms al programa, después de los mil seiscientos kilogramos de cartas y postales que les he mandado y después de varias órdenes de alejamiento judiciales, los señores de la Sexta siguen ignorándome. Nunca sale mi presentación. Pues bien, si ellos no lo hacen, tendré que hacerlo yo mismo:

Señoras y señores,

con ustedes un hombre tan pequeño, tan pequeño,...

¡que me lo cepillaría cien mil veces!