Gordito

A diez días del comienzo oficial de mis vacaciones, declaro que la Operación Bikini 2010 ha sido un rotundo y estrepitoso fracaso.


Es la historia de mi vida. A los veinte años reconocí que estaba destinado a estar calvo perdido; hace unos meses tuve la ocurrencia de salir de copas con unos compañeros diez años más jóvenes que yo y desde entonces tengo asumido que ya no soy un jovencito, sino un Señor De Mediana Edad. Y como consecuencia metabólica, he de hacerme a la idea de que de mi flotador ya no me separa ni el aguarrás.


De nada han servido las sesiones de gimnasio, superadas ampliamente por meses de viajes con sus restaurantes, por los achaques físicos y mentales y por los cromosomas. Tampoco me puedo quejar mucho: al fin y al cabo, la mitad de mi material genético proviene de una familia en la que pasados los treinta todos están condenados a convertirse en Jabba the Hutt... bastante milagro es que aún me conserve en los ochenta kilos.


Así que en pocos días estaré luciendo tipo de Señor De Mediana Edad con barriga y flotador en las paradisíacas playas de Creta. El hecho de que mi cuerpo moreno y de cincelados músculos no vaya a levantar pasiones desatadas supondría para mí una terrible pérdida, si ese tipo de cosa fuera algo que hubiese pasado alguna vez anteriormente. Al no ser así, no voy a notar ninguna diferencia en absoluto.

Qué demonios. De perdidos al río: hasta septiembre no pienso volver a subirme en una báscula, ni a mirarme en un espejo. ¿Quién se apunta a un doble helado de chocolate?