María era una de esas chicas por cuyo aspecto uno pensaría que estaba destinada a ser poetisa del círculo de Bloomsbury, florista holandesa o musa de Toulouse-Lautrec. En lugar de eso, estudiaba conmigo Física en la Complutense. Una noche, en una de esas cenas antológicas en la Burbuja, noté que no estaba prestando demasiada atención a mi efervescente conversación.
Desde entonces estar Clap es para mí no solo un sinónimo de fisgar conversaciones ajenas, sino uno de mis deportes favoritos: algo entretenidísimo para hacer en los restaurantes, sobre todo cuando la distancia entre las mesas no es muy grande y la acústica es favorable. Disfruto como un enano recogiendo retazos de conversación y adornándolos con mi imaginación hasta inventarme las historias más dementes acerca de perfectos desconocidos. Sin embargo, hay veces en que la realidad tiene pinta de superar cualquier ficción e incluso mi imaginación se queda cohibida. Sin ir más lejos, ayer en uno de mis restaurantes de menú del día favoritos:
A mi izquierda, una mesa con cuatro personas a las que espiar en modo Clap: un hombre trajeado de mediana edad, otro hombre modelo "montaña" con brazos del tamaño de la Renania-Palatinado y, al lado, un protoadolescente con granos y una niña absolutamente odiosa. Los hombres hablaban inglés entre sí: la masa de músculos un inglés bastante bueno con un leve acento español y el hombre de traje con un acentazo italiano bastante marcado. Hasta ahí, todo bien, y yo ya me estaba imaginando, por poner un ejemplo, que el vigoréxico era un maridivorciado a quien le apetecía comer con su nuevo novio italiano, pero que no había encontrado canguro. Pero la cosa se fue complicando cuando el presunto italiano se tuvo que marchar, quedándose solos la musculoca y los críos. Fue ahí cuando descubrí que:
¿Alguien de entre los lectores podría echarme una mano para inventar una historia que encaje con estos datos absurdos?
- María... ¿sigues entre nosotros?
- Calla -me dijo, haciendo un sutil gesto hacia mesa de al lado-. ¿No ves que estoy Clap?
- ¿Clap?
- Sí, hombre: C.L.A.P. ¡Con La Antena Puesta!
Desde entonces estar Clap es para mí no solo un sinónimo de fisgar conversaciones ajenas, sino uno de mis deportes favoritos: algo entretenidísimo para hacer en los restaurantes, sobre todo cuando la distancia entre las mesas no es muy grande y la acústica es favorable. Disfruto como un enano recogiendo retazos de conversación y adornándolos con mi imaginación hasta inventarme las historias más dementes acerca de perfectos desconocidos. Sin embargo, hay veces en que la realidad tiene pinta de superar cualquier ficción e incluso mi imaginación se queda cohibida. Sin ir más lejos, ayer en uno de mis restaurantes de menú del día favoritos:
A mi izquierda, una mesa con cuatro personas a las que espiar en modo Clap: un hombre trajeado de mediana edad, otro hombre modelo "montaña" con brazos del tamaño de la Renania-Palatinado y, al lado, un protoadolescente con granos y una niña absolutamente odiosa. Los hombres hablaban inglés entre sí: la masa de músculos un inglés bastante bueno con un leve acento español y el hombre de traje con un acentazo italiano bastante marcado. Hasta ahí, todo bien, y yo ya me estaba imaginando, por poner un ejemplo, que el vigoréxico era un maridivorciado a quien le apetecía comer con su nuevo novio italiano, pero que no había encontrado canguro. Pero la cosa se fue complicando cuando el presunto italiano se tuvo que marchar, quedándose solos la musculoca y los críos. Fue ahí cuando descubrí que:
- El fan de la creatina hablaba con los niños en un italiano malísimo. Pero entonces, ¿por qué no había hablado en italiano con el del traje?
- Con el camarero, sin embargo, hablaba en puro dialecto santanderino.
- Cual fue mi sorpresa al descubrir que los niños respondían al hombre, y hablaban entre sí, en perfecto español.
¿Alguien de entre los lectores podría echarme una mano para inventar una historia que encaje con estos datos absurdos?
6 comentarios:
Señor Sufur, que sepa usted que adoro estos jueguecitos a lo cofres de Porcia, pero este es endiabladamente complicado. Si el leñador se dirigía los niños en italiano y estos le replicaban en santanderino es que estaban todos bastante tarados, la verdad.
Yo creo que los hijos han sido concebidos por un vientre de alquiler, inseminados por el señor del traje italiano, y la madre, que prestó su útero, era de Potes. Por eso los niños hablan en castellano y en italiano.
El leñador es santanderino de pura cepa y poco viajado. Lo único que logro terminar fue el Pet Certificate, y por eso se dirige a su novio en inglés. Ahora está haciendo un curso de italiano de Planeta-Agostini y, para practicar, echa mano de los retoños. Con su novio y padre de sus hijos, el señor de los trajes, todavía no se atreve a hablar en la lengua de Dante Alighieri, porque su deficiente conjugación de los verbos y nefasto uso de la particiola "Ci" provocan la ira del novio italiano.
Para mí que hablaban entre ellos en inglés pensando que los críos no se enterarían. Y seguro que la creatina le ha afectado el cerebro a la montaña e intenta hablar italiano-inglés-español pensando que es chino. Del resto mi neurona se niega a crear más hipótesis a estas horas. Eso sí, te plagio lo del CLAP.
Palabro de hoy: ballme ¿inglés? ¿santanderino? ¿italiano?
podría, podría...
Muy fácil: tengo espías en todas partes. Seguro que mientras esos cuatro montaban el teatrillo no se dio usted cuenta de la presencia de mis enviados dos mesas mas pallá.
Saludos, caballero. Llegar a su blog ha sido un inesperado placer.
Uno, el profe de italiano de los niños, que está liado con el padre y por eso hablan en inglés entre ellos, con la excusa de que ademas de enseñar italiano a los niños enseña inglés al papá.
Luego el padre para predicar con el ejemplo y hacerles practicar idioma, habla italiano con los hijos.
¡Hala!, pero si yo soy el inventor del claping!...y el que tiene la mente más retorcida, claro.
Mira que me gusta a mi practicar ese deporte y lo criticado que soy por mi entorno.
Jjajaj me encantan todas las explicaciones, y además me parecen muy plausibles :-P Si tengo que quedarme con una, la de Héctor se lleva la palma!
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