En realidad, podría estar hablando de cualquiera de mis vecinas: vivo en un barrio de la Santander profunda, donde cualquier señoruca que se precie lleva dentro de sí a una raquera capaz de sacarle los ojos a quien sea con tal de conseguir el jargo más fresco de la tienda. Pero me estoy refiriendo a una de ellas en concreto: aquella cuya ventana se observa desde mi cocina.
Es bien sabido que soy un cotilla. En más de una ocasión he observado a mi vecina echar las cartas del tarot a distintas personas en una buhardilla que tiene a tal efecto y que sería un misterioso sanctasanctórum de misterios místicos e insondables si no estuviera repleta de retales a medio coser desperdigados por todas partes y si no tuviera colgado un cuadro de unos perros atacando a un ciervo, clavadito all que tenía mi abuela en la casa del pueblo. De lo cual (me refiero a lo del tarot, no al interiorismo) deduzco que mi vecina es alguna especie de bruja en el sentido clásico de la palabra.
Es bien sabido que soy un cotilla. En más de una ocasión he observado a mi vecina echar las cartas del tarot a distintas personas en una buhardilla que tiene a tal efecto y que sería un misterioso sanctasanctórum de misterios místicos e insondables si no estuviera repleta de retales a medio coser desperdigados por todas partes y si no tuviera colgado un cuadro de unos perros atacando a un ciervo, clavadito all que tenía mi abuela en la casa del pueblo. De lo cual (me refiero a lo del tarot, no al interiorismo) deduzco que mi vecina es alguna especie de bruja en el sentido clásico de la palabra.
Tiene
que ser utilísimo tener superpoderes mágicos: seguro que mi vecina
nunca tiene que esperar al autobús bajo la lluvia: un vistazo a las
cartas y, ¡zas!, ya sabe a qué hora bajar exactamente a la parada. Por
no hablar de la cantidad de dinero que se ahorrará en telefonía móvil,
teniendo a su disposición comunicación telepática de calidad, o de lo
interesante que debe ser poder convertir en rana a los acreedores.
Aunque no todo el monte es orégano: la potencia de las ondas
extrasensoriales de mi vecina es tal que interfiere en las antenas de
televisión del barrio. Después de una serie de protestas por parte de la
comunidad de propietarios, al final se llegó a un acuerdo según el cual mi
vecina desconecta la clarividencia a la hora de la telenovela, y así
todos están relativamente contentos.
Ya me estoy imaginando un día de trabajo en la vida de mi vecina: su puerta se abre con un crujido ominoso y el cliente, que lleva esperando más de tres cuartos de hora y está francamente nervioso, se adentra en el ambiente en penumbra y cargado de incienso de la habitación. Una sombra más negra que la misma noche se escabulle velozmente debajo de los faldones del mantel: se trata de un gato de ojos malignos y amarillos. Antes de que el visitante pueda abrir la boca, la bruja se dirige a él:
Ya me estoy imaginando un día de trabajo en la vida de mi vecina: su puerta se abre con un crujido ominoso y el cliente, que lleva esperando más de tres cuartos de hora y está francamente nervioso, se adentra en el ambiente en penumbra y cargado de incienso de la habitación. Una sombra más negra que la misma noche se escabulle velozmente debajo de los faldones del mantel: se trata de un gato de ojos malignos y amarillos. Antes de que el visitante pueda abrir la boca, la bruja se dirige a él:
- Adelante, señor Povedilla. Siéntese.
- Pero... ¿cómo sabe usted mi nombre? Yo nunca...
- Su nombre estaba escrito en los arcanos del Tarot mil años antes de que usted naciera. Las cartas lo saben todo. Eso, y que además es usted mi ginecólogo.
- ¿Cómo? Ahora que lo dice... no la había reconocido bajo esa peluca y todo ese maquillaje, doña Gertru...
- ¡Madame Zelda! -le interrumpe mi vecina-. En el trabajo me hago llamar madame Zelda.
- Ah, si, perdone, verá... Quería preguntarle qué dicen las cartas acerca de mi nuevo proyecto. Voy a abrir una consulta por mi cuenta, y...
Madame Zelda se concentra, hace un gesto teatral con las manos, baraja el mazo de cartas y extrae tres: Los Amantes, La Muerte y El Conejito Sonriente.
- Huy, la muerte -dice el cliente, asustado-. Eso es malo, ¿verdad?
- Para nada, joven, para nada: la Muerte significa un cambio, probablemente se refiere a la nueva consulta que va a abrir. El proyecto le llevará más tiempo de lo que usted calcula ahora, y muchos esfuerzos, pero valdrá la pena. Los Amantes en primer lugar me indican que su proyecto atraerá mucho dinero. Veo en los Arcanos que usted acabará teniendo una cadena de clínicas de aquí a Albacete, como mínimo.
- ¡Pero eso son muy buenas noticias! ¿Y ese conejito tan mono qué dice?
- ¡El Conejito es TERRIBLE! Anuncia horrores sin límite: enfermedad, soledad y sufrimientos sin cuento... va a ser que alguien le ha echado un mal de ojo.
- Pero... pero... ¿no me iba a ir bien el negocio?
- El negocio, sí. Pero todo lo demás, fatal. A menos que le haga una Limpieza Especial de Aura (limpieza en seco, Satisfacción Garantizada), le ponga un par de encantamientos protectores... ¿dónde he dejado mi libro de exorcismos?... Por unos 7000 euros le hago la ITV completa a sus vibraciones... Usted déjeme hacer, déjeme. Está en buenas manos...
6 comentarios:
Yo no salgo de casa sin mi inhibidor de clarividencia, mi Power Balance, mi medicación homeopática y mi Actimel, con su millón de l'casei imunitas.
Sinceramente prefiero las brujas de antes. Nada como la Charlize Teron ofreciendo una manzana para que te mueras de una vez, o una maldición para que duermas cien años. Ni limpieza de aura ni moderneces, ¡viva la tradición!
En serio, Sufur, para cuándo un libro? Empiezas a ser mi segundo mejor escritor superfavorito (detrás de Sir Pratchett) y voy a forrar mi carpeta del insti con fotos tuyas!
A veces me asustas... tómatelo como quieras... uajajajajaja!
¿No te conté de la época en que me dedicaba a echar las cartas en la facultad?
Espero que te refieras a jugar al mus, amigo y señor Hm...
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