mayo 30, 2014

Nueva mascota





Camden Town y Notting Hill, unas birrias al lado de mi barrio. Aquí sí que estamos a la última en tendencias. Desde que abrieron la nueva tienda china de Verduras de Compañía "El Pepino Feliz" en la esquina entre Perines y Floranes, andamos todos como locos. Mi vecina la del primero, sin ir más lejos, se ha deshecho de esa birria de perro incontinente que tenía y que dejaba meados por todos los rellanos y lo ha cambiado por un pimiento morrón que es un monada verlo. Lo lleva siempre de punta en blanco, atadito a una correa de color rojo que combina divinamente con el color de la hortaliza, y pasea por la calle más chula que un ocho. 

Pero no es la única. Otros muchos convecinos se han apuntado a la moda. Es ya habitual ver al señor del segundo bajar a por el periódico con una hermosa berenjena brazos, la pescadera muestra con orgullo a los clientes sus estupendos melones, e incluso los feligreses latinoamericanos de la Iglesia Pentecostalista Jesusiana de los Santos Arcángeles acuden a sus misas con lechugas en la cabeza, perfectamente integrados en el barrio. Nosotros estamos dudando entre si comprarnos un manojo de cebolletas pura raza o un brócoli con certificado de pedigree, que nos parece la mar de aristocrático.

Eso sí, no se crean que todo es jauja en esta nueva moda. Las verduras también dan sus problemas. Es cierto que no necesitan salir a pasear todos los días, como los perros, pero también conviene que las de el aire fresco o se ponen mustias y lacias. Hay que cuidarlas con pesticidas y mantenerlas a salvo del saltamontes común, que se está convirtiendo en una verdadera plaga. Y es totalmente falso que sean criaturas pacíficas que no arman jaleo: cualquiera que haya presenciado la aterradora escena de un manojo de zanahorias intentando aparearse con una lombarda sabrá de lo que estoy hablando. Las verduras, si no están debidamente amaestradas, son sucias y maleducadas: dejan la calle llena de hojarasca, se pelean por la luz solar, beben todo el agua que pueden sin pensar en los demás y, en el caso de los pimientos de Padrón, pueden picar a los seres humanos.

Pero en honor a la verdad, lo peor de todo no es el comportamiento de las verduras, que al fin y al cabo son seres irracionales y sin maldad. Lo verdaderamente preocupante es el comportamiento de muchos humanos, que no entienden la responsabilidad que supone cuidar de una mascota. Muchos van al Pepino Feliz a por una verdura para regalar a sus hijos por sus cumpleaños, pero cuando éstos se cansan de la novedad la verdura acaba desatendida, abandonada o, peor aún, comida de forma macabra e insensible; ya se conocen casos de desaprensivos que se han hecho cremas con sus calabacines o se han sofrito sus puerros como si tal cosa. Algunos, se rumorea, han llegado a licuar a sangre fría a sus tomates para hacer gazpacho. Esperemos que las autoridades legislen pronto con mano firme sobre este tema y pongan coto, con pena de cárcel si es necesario, a estos inhumanos desmanes.


1 comentario:

Blackmount dijo...

tomo la idea. me conseguire una sandia ipso facto

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