agosto 05, 2014

El sol, a la sombra

Es impresionante lo que un buen día de sol puede hacer por levantarle a uno el ánimo. 

Hoy la humedad del aire ha bajado a un "cómodo" 69% (en comparación, Segovia tiene ahora mismo un 23%) y eso ha permitido que el cielo tenga un tono azulado en vez de blanco y que, por una vez en todo el mes, me parezca que estoy en España en vez de en la Guayana Francesa. Al instante se me ha quitado buena parte de la modorra que me atenazaba estos últimos días y me encuentro mucho más optimista.

Es un poco lamentable ser tan dependiente de la meteorología.

Ya no soy el que era. Años de vida en La Nube y mi actual condición psiquiátrica han cambiado mis tropismos de una forma radical. A peor.

Para empezar, me he ido volviendo fotosensible. A pesar de tener los ojos claros, yo nunca había necesitado gafas de sol. Podía pasarme todo el día entre los campos de trigo de Castilla y el cielo azul ultravioleta sin tener que cerrar los ojos para bloquear el exceso de luz. Ya no es así. Ahora incluso el sol reflejado en una de esas bonitas plazas de cemento que nos han regalado los cuñados de nuestros alcaldes me hace lagrimear los ojos, y necesito cargar con gafas de sol siempre que voy a algún lugar luminoso. Una pena, a mi juicio, y un chollo, al de los vendedores de gafas de sol graduadas.

De ahí que mi dicho durante los últimos años ha sido: "me gusta el sol, pero para poder disfrutarlo desde la sombra".

Me he hecho menos tolerante al calor. Antes una tarde de 35º no era nada para mi, y no había forma de quitarme el sueño. Ahora cada vez que voy a Madrid en verano necesito que haya aire acondicionado en la habitación, y dejar el dormitorio a 20 grados antes de meterme en la cama si no quiero convertirla en unas marismas de sudor y babas.

Estos son cambios que puedo achacar perfectamente a una combinación de edad y de aclimatamiento a la mierda de tiempo que tenemos habitualmente en el Cantábrico. A cambio, y como beneficio inesperado, ahora soy capaz de salir a la calle a tomarme unos vinos sin importarme que esté lloviendo.

Más preocupante y limitador es el efecto que mi transtorno obsesivo-compulsivo ha tenido en mi relación con el aire libre. Por decirlo de una forma rápida y sencilla: siento que la Naturaleza me ataca. El aire libre me hace sentirme desprotegido e indefenso, cosa que puedo mitigar bien con una buena capa de ropa aislándome del enemigo invisible. Pero en verano lo tengo mucho más difícil. El sol me pica, el viento me desasosiega, el roce de los elementos sobre mi piel me enerva. Al aire libre me siento más expuesto.

Ese es el motivo por el que, si ya antes era poco aficionado a la playa, ahora ya no vaya nunca. Ni playa, ni piscina. Ni por supuesto acampadas. Y barbacoas, las justas, y preferiblemente en el jardín de una casa con un porche donde me pueda sentar al lado de una pared y evitar que me den el sol y el viento.

Un coñazo, sí.

Por supuesto que hago mis ejercicios de afrontamiento. En Fuerteventura fui una tarde a la playa, y me enfrenté al terror que supone para mí caminar descalzo sobre la arena (que imagino llena de agujas escondidas). Siempre que voy a un restaurante a comer y tienen terraza, pido ser sentado en ella. Y al menos este año ya no me da casi nervios el hecho de ir por la calle en manga corta. Las sandalias siguen siendo para nota, sólo los días que me siento muy fuerte. Pero no deja de ser un tanto triste que algo que da tanto placer a mucha gente y que es tan sencillo como dejar que el sol acaricie la propia piel, sea para mi un suplicio. En estos momentos, una de mis peores pesadillas sería ir a una playa nudista. Con eso, lo digo todo.



5 comentarios:

Unknown dijo...

Pues mucho ánimo te mando. Ojalá poquito a poco puedas ir superando todo, ¡las playas nudistas molan un montón! Aunque aclimatarse al Cantábrico viviendo allí tampoco es tan mala opción.

desgayficando dijo...

A mi me encanta el sol, y las playas nudistas, pero mi problema es que mi tono de piel es, como diría yo, un folio tiene más colorcito que yo, así que siempre tengo que ir bien aprovisionado de protector para bebes y similares, me he quemado ya en alguna ocasión todas las partes del cuerpo que podáis imaginar, si, he dicho todas.

Unknown dijo...

Ayyyyy, ¿de verdad te quemaste la pichurrilla? Mira que yo también soy blanco folio, pero nunca he llegado a tanto. Desde que uso la crema Isdin factor 50+ soy mucho más feliz.

desgayficando dijo...

Tanto como quemada no, pero rojilla si, y los huevillos también :-( lo que si me quemé pero bien una vez fue el culo y no veas tú que horror.
Yo también me embadurno constantemente de crema factor 50 plus

rickisimus2 dijo...

Me pasa lo mismo que a ti con las gafas de sol. En el resto no, aunque tengo una cierta fobia al uso de sandalias, parecido al del uso de jerseys de cuello alto.

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