diciembre 30, 2016

Momentos de entrañable idiocia navideña

Siempre tiene que liarse alguna, coincidiendo con estas fechas tan familiares y hogareñas. Los paranoicos de la conspiración piensan que se trata de algún tipo de cortina de humo: los malignos Poderes Fácticos, así con mayúscula que queda más grandioso y esotérico, dominan la prensa y fabrican noticias absurdas para distraernos de la Terrible Realidad, también mayúscula, como parte de un Plan Siniestro que no alcanzamos a comprender.

Yo, sin embargo, pienso que se trata de un bonito regalo, un gesto amable, para los cuñaos.

Hay que entender que estas festividades están llenas de cenas y reuniones en las que se juntan familiares que no se ven más que una vez al año y que, en la mayoría de los casos, no tienen nada en común más allá del ADN mitocondrial. Son muchas horas para estar todos juntos, y los temas de conversación se acaban demasiado pronto. Los lugares comunes más socorridos, que son la lista de familiares recientemente fallecidos y las batallitas de juventud (esto es, de la época de los merovingios), tienen sus limitaciones y llega un momento en el que es necesario hablar de algo. La televisión ayuda un poco a mitigar los incómodos silencios, pero a estas alturas todos nos sabemos ya de memoria "Los diez mandamientos" y encima este año no ha habido gala especial de Raphael. Urge tener un asunto sobre el cual los cuñaos puedan explayarse, sentar cátedra y acabar la noche como Dios manda, es decir, con una discusión monumental y el deseo sincero de no volver a ver a tu familia hasta las próximas navidades o el siguiente entierro, lo que ocurra antes. Preferiblemente lo segundo.

Sabiendo esto, la prensa (libre) acude en rescate de las familias españolas proporcionando temas de conversación amenos, divertidos y sanamente polémicos, capaces de llenar de emoción ya sea cenas de empresa, reuniones de amigos o banquetes familiares. Los requisitos de estas noticias dadoras de vida social son sencillos: ha de tratarse de asuntos relacionados con la política, debidamente cercanos para parecer interesantes a niños y mayores y, lo más importante, que sean absolutamente irrelevantes, a fin de no acabar la cosa en Guerra Civil, que es algo que mancha mucho.

Carmena, en este sentido, está resultando un filón tonti-mediático.

El greatest hit del año pasado, todos lo recordaremos, fue la solemne estupidez de la cabalgata de Reyes: "jamás te lo perdonaré, Carmena... ¡jamás!". Aquella fue muy buena: la de risas que nos echamos todos con ello. Lo único malo fue que aquella noticia llegó ya acabando las vacaciones, cuando ya apenas quedaban cenas familiares que amenizar con sabrosa ideología.

Este año han andado un poco más rápidos y el top cuñao de la Navidad está encabezado por la noticia de la limitación del tráfico en Madrid por la alta contaminación, fruto por una parte de la pertinaz sequía y por otra parte de que somos unos guarros y unos descerebrados. Arde internet con ingeniosos memes, nacidos de las preclaras mentes de OK Diario, y la mismísima Esperanza Aguirre, santa patrona de los cuñaos de este país, ayuda a amenizar la tesitura con sus célebres "yo nunca dije aquello que aparece en las hemerotecas", tan celebrados. La campaña está siendo un completo éxito y las cenas navideñas están acabando tan calentitas que no hace falta ni encender la estufa, con las heladas que están cayendo. Todo ha salido a pedir de Milhouse.   

Da lo mismo que la noticia sea más vieja que la tos y que este tipo de medidas se estén tomando desde hace años sin que pase absolutamente nada en ciudades como París, Milán o Berlín: esto es un escándalo. También da igual que no haya mucho donde rascar. El argumento es sencillo. Por un lado no tener libertad para poder coger el coche da mucho fastidio, y la gente no se mueve tanto al centro, lo que provoca pérdidas ecómicas ya que las ventas son menores que de la otra forma. Por otro lado, todos los años mueren unas siete mil personas en España por problemas directamente causados por la contaminación en las grandes ciudades, que hoy en día ya no se debe principalmente a la idustria, como en el feliz siglo XIX, sino a la circulación. 

Es decir: en una mano pongo el dinero, mi comodidad y mi libertad para hacer lo que me de la gana, y en la otra vidas humanas (no la mía, sino la de otras personas a las que no conozco y que, por tanto, no importan). Evidentemente, hay que luchar a muerte por lo primero: ¡libertad y confort ante todo! 

Pero no todo el mundo lo ve tan claro, empezando por la Carmena bolivariana, y por lo tanto ya tenemos una preciosa discusión de cuñaos para entretenernos en estas fiestas. La alternativa, que sería terrible, es prestar atención al abuelo, y ninguno queremos eso. Excepto, tal vez, el propio abuelo.











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