Rubén Fdez, @TheFdez, es un historietista español que me hace pasar unos momentos grandiosos gracias a su humor absurdo y gamberro. De entre sus contribuciones a la revista El Jueves, la que más me hace reír es "24 horas con...", una página cuyas reglas (según el propio autor) son:
- Cada página cuenta un día en la vida de alguien famoso.
- Siempre es alguien real, vivo o muerto.
- Siempre sale un señor calvo raro llamado Mocasines.
- A veces también sale algún pato.
En una de las viñetas de la página dedicada al actor, político y blanco profesional de chistes llamado Arnold Alois Schwarzenegger ocurría lo siguiente:
En efecto, el señor calvo raro es Mocasines.
¿Quién no tiene un familiar, casi siempre con edad superior a los sesenta años, que pronuncia "crufantis" cualquier palabra que sea un poco rara? En mi casa, mi señor Padre y mi Santa Madre compiten a ver cuál de los dos es más crufantis. Esto va más allá de la conocida incapacidad del castellano talludo para pronunciar la letra X (en mi casa nunca se habla de "seso", pero ocasionalmente se llama a un "tasis"). Recientemente mi Señor Padre me pidió que buscase en el "búrgle ese del internés" (google de internet) el hotel en el que iban a estar en su viaje de jubilados por Euskadi: el Holiday Inn de Bilbao, sito en la avenida Zumalacárregui de dicha ciudad. Pues bien, ni mi Señor Padre ni mi Santa Madre han sido nuca capaces de decir dos veces igual ni la palabra "Holiday", ni la palabra "Inn" ni, lo que ya es más sorprendente, la palabra "Zumalacárregui". La de risas que nos echamos unos y otros con todo ello.
¿Existe de verdad un mecanismo por el cual a partir de los sesenta las palabras complicadas se convierten en crufantis? Yo no lo creo (aunque Zumalacárregui me hace dudar a veces). No me parece que sea una cuestión de edad, sino de costumbre. En español hay pocas palabras que contengan la x, existe una correspondencia perfecta entre escritura y pronunciación, la fonética es más sencilla que el mecanismo de un chupete y hay muchas terminaciones que sencillamente no existen: por eso noventa y nueve de cada cien españoles, independientemente de nuestro nivel educativo, somos incapaces (yo me incluyo) de pronunciar correctamente la palabra pub (decimos algo así como /pæf/). Así que cada vez que mi Señora Suegra dice que el lúntx (lunch) de la boda, que es lo que mi Señor Padre llamaría el cótel de la boda, estaba muy bueno, yo sonrío y pienso: crufantis. Pero lo hago sin burla, porque al fin y al cabo todos sufrimos de crufantismo. Y si no, a ver quién de entre los lectores es el guapo que sabe pronunciar blødehåndklæder (Nils no cuenta).
¿Quién no tiene un familiar, casi siempre con edad superior a los sesenta años, que pronuncia "crufantis" cualquier palabra que sea un poco rara? En mi casa, mi señor Padre y mi Santa Madre compiten a ver cuál de los dos es más crufantis. Esto va más allá de la conocida incapacidad del castellano talludo para pronunciar la letra X (en mi casa nunca se habla de "seso", pero ocasionalmente se llama a un "tasis"). Recientemente mi Señor Padre me pidió que buscase en el "búrgle ese del internés" (google de internet) el hotel en el que iban a estar en su viaje de jubilados por Euskadi: el Holiday Inn de Bilbao, sito en la avenida Zumalacárregui de dicha ciudad. Pues bien, ni mi Señor Padre ni mi Santa Madre han sido nuca capaces de decir dos veces igual ni la palabra "Holiday", ni la palabra "Inn" ni, lo que ya es más sorprendente, la palabra "Zumalacárregui". La de risas que nos echamos unos y otros con todo ello.
¿Existe de verdad un mecanismo por el cual a partir de los sesenta las palabras complicadas se convierten en crufantis? Yo no lo creo (aunque Zumalacárregui me hace dudar a veces). No me parece que sea una cuestión de edad, sino de costumbre. En español hay pocas palabras que contengan la x, existe una correspondencia perfecta entre escritura y pronunciación, la fonética es más sencilla que el mecanismo de un chupete y hay muchas terminaciones que sencillamente no existen: por eso noventa y nueve de cada cien españoles, independientemente de nuestro nivel educativo, somos incapaces (yo me incluyo) de pronunciar correctamente la palabra pub (decimos algo así como /pæf/). Así que cada vez que mi Señora Suegra dice que el lúntx (lunch) de la boda, que es lo que mi Señor Padre llamaría el cótel de la boda, estaba muy bueno, yo sonrío y pienso: crufantis. Pero lo hago sin burla, porque al fin y al cabo todos sufrimos de crufantismo. Y si no, a ver quién de entre los lectores es el guapo que sabe pronunciar blødehåndklæder (Nils no cuenta).
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