septiembre 02, 2008

Sufur de la India (III): miradas

He aquí la entrada sobre las miradas indias que le prometí ayer a GSL:

En Santander hay un restaurante indio. Bueno, en realidad existen dos, pero sólo desde hace unas pocas semanas. A todos los efectos, finjamos que sólo hay uno. El caso es que el indio es uno de mis sitios favoritos para ir de cena con los amigos. Siempre que voy a cenar con mi amigo B. nos fijamos en uno de los camareros: se trata de un muchacho repeinado y formal que por algún motivo nos resulta atractivo tanto a B. como a mí (nuestros gustos en materia de hombres suelen diferir) y a quien hemos apodado "el Príncipe del Rajastán". Sospecho que buena parte del atractivo del Príncipe consiste en que siempre que vamos nos incinera con ese tipo de miradas que si se dieran en otro sitio, pongamos en Chueca, conducirían bien a un sudoroso revolcón en la pensión más próxima, bien a una sonada agresión con robo, bien a las dos cosas (en uno u otro orden). Siempre nos hemos preguntado si esa mirada significa que el Príncipe de Rajastán entiende...

La respuesta es sencilla: no.

Para empezar, el Príncipe no lo es del Rajastán: ni siquiera es indio, sino pakistaní. Y, como he descubierto estos días en la India, esa mirada penetrante no tiene ningún tipo de connotación, ni sexual ni de ningún otro tipo. Los indios (y pakistaníes, por lo visto) simplemente miran así.

Los europeos nos movemos en una cultura en la que mirar fijamente está mal visto. Una mirada penetrante y sostenida nos parece una violación de nuestra intimidad. En ciertos países de nuestro entorno cercano incluso se evita mirar directamente a los ojos del interlocutor a menos que éste sea de la familia o un amigo cercano. Esto se aplica especialmente a las miradas entre hombres, totalmente fuera de lugar a menos que uno ande buscando, ejem, algo. Sin embargo en la India no es así: la gente mira. A saco. Sin cortarse un pelo.


No hay doblez ni maldad ni segundas intenciones en esa mirada. Simplemente, si les llamas la atención por lo que sea, te miran de arriba a abajo con naturalidad. Como dije antes, durante este viaje he sido el blanco de muchas miradas de hombres y de mujeres, de niños y de ancianos... y también de unos cuantos elefantes, por qué no decirlo.

Y qué miradas. Miradas oscuras e insondables como la noche sin luna, miradas brillantes como luceros en un cielo de ébano. Miradas de iris negrísimos rodeados de un blanco brillante y enmarcados por unas facciones morenas y exóticas.

(foto por cortesía del osezno)

Miradas inabarcables, tranquilas y serias, las de los ojos enormes de un niño que se te acerca para ser fotografiado en un templo de Vishnú.


Miradas torvas, adustas, brahmánicas, enmarcadas por pinturas, óleos y cenizas sagradas, miradas directas o de soslayo, pero siempre intensísimas.


Miradas desafiantes, bromistas, irónicas, juguetonas...


Miradas inocentes y pensativas...


Miradas magnéticas, atentas al flujo del tráfico, captadas a hurtadillas a través del espejo de un retrovisor...



Miradas, en definitiva, que dejan huella. Miradas que no se desvanecen en el tiempo. Las miradas de la India.

6 comentarios:

Nils dijo...

los hindúes cachas guapos me ponen que ni te imaginas

Sufur dijo...

Qué gustos más raros tienes, Nils: a mí me ponen que lo flipas, ju ju ju

gaysinley dijo...

Joer muchas gracias por la mención. Me ha encantado el post, bueno el niño de la camisa de cuadros azul, me ha fascinado, peazo foto y ojos!

Es que yo lo de la mirada, es algo que para mí, es fundamental, hablar con la mirada, escuchar con la mirada, mantener la mirada... pese que hay gente que le incomoda o molesta... Así que allí yo podría dar el pego perfectamente!... jajaja!

Me parece muy sana la actitud que tienen y comentas, no hay nada malo en mirar o ser mirado (otra cosa son los mirones!). A mi me encanta incluso jugar con la mirada y mantenerla, es muy interesante por ejemplo ir en el metro (sitio que se presta mucho para ello por la distribución de asientos) y mantener la mirada a un tío que te mire... aunque alguna vez me han llegado a decir: "macho, baja las largas, que me estás cegando"

Bueno que no me enrollo más... que me has dejado loco con el post!

Besos. Alber

Thiago dijo...

Bueno, toda una cultura de la mirada. Creo que lo da ese negro tan intenso de los ojos. Es la misma mirada que se ve en los que recogen cartones en un camión por la calle....

la verdad es que los hindúes y los paquistanís son una raza a descubrir, pues tienen una belleza indudable. Yo ya me enamoré el año pasado de un balinés (valga la comparación) que vino a Coruña con un grupo de baile. Era algo así, exótico y profundo con esos ojos negros que te taladran...

Bezos.

Maggie Wang Kenobi dijo...

uy, mira tú qué cosas, yo como ando acostumbrada a que allá donde voy, todo el mundo se me quede mirando, ni me había dado cuenta de este detalle indo-pakistaní. Eso sí, que los indios guapos son moooolt guapos, sisisi, me miren o me dejen de mirar.

BIRA dijo...

Sufur, has reflejado divinamente esa mirada especial de esta gente. Tuve un cliente pakistaní (bueno, tuve más, pero de aquel me acuerdo como si hubiera sido ayer) que, aparte de estar más bueno que el pan, tenía una mirada que conseguía removerme del todo.

En cuando a las miradas en occidente... yo creo que lo que pasa es que aquí nos hemos pasado siete pueblos. No hay nada mejor que mirar a los ojos, a la cara del otro, sea o no conocido. Me gusta poner mis ojos en la persona con la que hablo y que ella/él los fije en mí. No puedo, pero es que no puedo, con las personas que están mirando otra cosa mientras me hablan.

Besos!
Ah, te he añadido para no perderte la pista.

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