Una de miedo

Hoy he hecho una cosa que llevaba bastante tiempo sin hacer: bajar a la piscina del gimnasio. Por causa de mi hipocondria, que en este caso se traduce en un bobalicón temor a las bacterias, desde que me perforé el pecho he estado evitando los lugares públicos de baño (bueno, ejem, mayormente). Pero hoy, mira tú, me apetecía hacer unos cuantos largos.

Y entonces llegó el horror.

La horrible visión que me asaltó en el momento de entrar a la piscina cubierta podría haber sido descrita por H.P. Lovecraft más o menos de este modo:

...una enorme y maldita criatura, tal vez nacida fuera de nuestra realidad tridimensional, avanzando hacia mí, hambrienta, viscosa, informe... como un fétido grumo de masa purulenta entre amarillenta y verdosa y de una viscosidad bituminosa, retorciéndose en medio de silenciosos espasmos, al abominable compás de las ondulaciones sebáceas y oleaginosas que su piel apenas parecía poder contener... un horror inexpresable, inmundo, nauseabundo, una forma teratológicamente monstruosa de una maldad ultraterrena, desbordando grotescamente alrededor de una astrosa e infame tela azulada...

Eso era, básicamente, yo mismo, reflejado en el espejo.

Qué dura se presenta este año la operación bikini...