julio 14, 2009

Injusticias de la vida

La vida es injusta, y la crisis más todavía.

El osezno ya se encuentra mejor y se va animando a salir de vez en cuando, muletas y escayola en ristre. El sábado fuimos a cenar al Marcello, el restaurante italiano que nos pilla más cerca de casa. El Marcello es también, muy posiblemente, el restaurante italiano más famoso de Santander: siempre está lleno y conseguir reservar con menos de un día de antelación durante los fines de semana es una proeza sólo comparable a los legendarios trabajos de Hércules. El porqué de esto es un misterio insondable para mí.

Afrontémoslo: la cucina del Marcello es, en el mejor de los casos, bastante mediocre. Su entrante más famoso, el "pastel de gorgonzola y mascarpone", es un trozo de queso que se produce industrialmente y que en Italia se puede comprar en cualquier supermercado: toda la elaboración que lleva preparar el plato consiste en cortar un trozo del queso y ponerlo en un plato. Los platos de pasta están totalmente prostituidos para adaptarlos a la idea española (me estremezco cada vez que veo esa carbonara hecha con nata). El único vino italiano que tienen en la carta es el chianti peleón de garrafa y esa abominación para paletos que es el lambrusco rosado. La panna cotta que nos sirvieron a los postres estaba dura y granulosa (yo la hago mucho mejor en mi casa). A cambio hay que reconocer que el servicio es amable y el local está bastante bien montado.


En la otra cara de la moneda, esta mañana he pasado por la Plaza de las Cervezas para ver con desmayo cómo en el local que ocupaba La Bitta están montando otra cervecería más (para hacer honor al nombre de la plaza). La Bitta era una pequeña trattoria familiar que durante poco más de tres años ha estado ofreciendo un pequeño pero satisfactorio repertorio de platos auténticamente italianos a precios razonables, destacando unas melanzane alla parmigiana para chuparse los dedos, los estupendos spaghetti allo scoglio y unas pizzas que no estaban nada mal. Además, siempre tenían algún que otro vino italiano decente (¡a ver dónde narices encuentro yo ahora en Santander un buen nero d'Avola que llevarme al gaznate!) y buena grappa y amaro para después de la comida, sabían cómo tirar un caffè decente y los dueños eran un encanto.

Sin embargo, el Marcello sigue prosperando mientras que La Bitta se ha hundido en las procelosas aguas de la oferta y la demanda.

Una vergüenza y un escándalo.


6 comentarios:

starfighter dijo...

El triunfo de la mediocridad. Ojalá les llegué pronto su San Martín...

Anónimo dijo...

Sufur:
eres un pijo!
(critica constructiva, claro esta)
P.

Otto Más dijo...

La prostitución gastronómica es repugnante... En fin... Que se ponga bien el niño y que prohiban los restaurantes itagnuolos ;)

hm dijo...

Porque la gente va a comer a los sitios por que están de moda... gente con criterio hay poca...

Nils dijo...

sabes hacer panacota y no me has hecho nunca ninguna? ya te vale... mi postre favorito... jo!

Mocho dijo...

Grrrrrrrrr... te tengo que dar la razón por el nero d'Avola pero no pierdo ocasión para llamarte...

¡¡¡ PELAMBRUSCA !!!

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