septiembre 12, 2013

No es la forma, sino el contenido

Durante estos días el Festival del Humor patrio nos ha regalado inolvidables y tronchantes momentos de ingenio a costa de la performance de una tal Ana Botella ante los miembros del Comité Olímpico Internacional. Para los muchos de ustedes que jamás habrán oído hablar de esta persona, Ana Botella es una señora mayor con una desmedida afición por la laca, las peras y las manzanas, que tiene un montón de amigos gayis a los que quiere muchísimo a pesar de su defecto y que, por una serie de motivos que se salen un poco de lo habitual, ha llegado a ser la alcaldesa de la capital de España.



Durante la última semana este ser humano ha sido duramente criticado y ridiculizado por su forma de expresarse en inglés a la hora de defender la candidatura de Madrid para acoger los Juegos Olímpicos de 2020, candidatura felizmente rechazada por el COI en favor de la mucho más preparada, bonita e interesante ciudad de Tokio. Pues bien: yo, a pesar de las apariencias, no soy de los que hacen leña del árbol caído (por mucho que a este árbol quisiera verlo reducido a cenizas). Creo que muchas de las críticas vertidas hacia Ana Botella son injustas y además van mal dirigidas. Por eso permítanme romper una lanza a favor de esa persona, desmontando las tres acusaciones más comunes que se le han hecho estos días.

Para empezar se critica que Ana Botella no sepa hablar inglés, lo cual es cierto que tiene delito, pero se olvida que la inmensa mayoría de los españoles de su generación (y más jóvenes) tampoco lo hablan. En esto, Ana Botella no hace sino ser un reflejo de la sociedad que representa. Sería cierto eso de que es una vergüenza que exijamos a nuestros camareros que sepan inglés cuando nuestros políticos no lo hablan, si no fuera una patraña: el número de camareros que en una ciudad turística como Santander se desenvuelven en inglés se cuenta con los dedos de una mano, y a mí me ha ocurrido dos veces tener que hacer de intérprete para algún desconsolado viajero dentro de la terminal internacional del aeropuerto de Madrid porque el camarero de turno sólo sabía hablar español. Además, no olvidemos que Ana Botella es prácticamente una anciana y que en su generación en las escuelas se enseñaba francés… asignatura que, por otra parte, Ana Botella debió suspender bastante, ya que el francés es uno de los idiomas oficiales del COI y la alcaldesa podría haber elegido hacer su discurso en él, si supiera hablarlo. A mí me parece que lo que ella hizo -aprenderse de memora fonéticamente un discurso entero- tiene mucho mérito: yo, después de siete años viviendo en ella, aún no he sido capaz de memorizar el número de teléfono de mi casa. Y hace falta mucho valor para enfrentarse a un organismo internacional con un discurso aprendido que, como te quedes en blanco, no tienes ninguna posibilidad de retomar. Desde aquí toda mi admiración a Ana Botella, auténtica mujer del Neolítico, experta en mantener la Tradición Oral.

Se añade la crítica de que esta persona es alcaldesa no por méritos propios, sino por su estado civil. ¡Como si ser la esposa y la madre de los hijos de José María Aznar no tuviera mérito! Yo, solamente de imaginarme el esfuerzo y el estómago que tiene que suponer mantener relaciones sexuales con el expresidente, me descompongo. Creo que debe ser muchísimo más fácil e infinitamente menos oneroso conseguir dos millones de votos en unas elecciones locales que pasar unas vacaciones en Oropesa con ese insufrible megalómano de la risita cavernosa. En esto, también admiro el tesón, la paciencia y la abnegación de la alcaldesa.

Finalmente, y de forma general, se suele acusar a Ana Botella de ser tonta del culo. Nada más lejos de la realidad: tal vez no llegue a las alturas de maquiavelismo de la lideresa Aguirre, pero la señora de Aznar ha demostrado con creces que su cabeza sirve para mucho más que sostener enormes dientes y pétreos peinados. Y si no, que se lo pregunten a los organizadores del Orgullo Gay de este año, a los que toreó, timó, engañó y tal vez chantajeó de forma magistral, hasta conseguir desactivar la fiesta de los gayis no solo con un recorrido absurdo, sino con unas normas asfixiantes para los bares de Chueca que, me consta, no se aplicaron un par de meses después a los de La Latina durante las fiestas de La Paloma. O también basta con pensar en la forma que ha tenido de lavar el cerebro al 91% de los madrileños, a quienes ha comido el tarro hasta el punto de que apoyan estúpidamente unas candidaturas a unos Juegos Olímpicos que les están arruinando para nada. De tonta, Ana Botella no tiene un pelo.

Así que ni tonta, ni vaga ni ignorante: dejemos de meternos con esta criatura por la lamentable forma de defender "el sueño olímpico de Madrid".

Con lo que hay que meterse es con el contenido del discurso.

Que una representante del pueblo de Madrid intente convencer a los miembros de un comité internacional de la validez de una propuesta aduciendo que Madrid es muy bonita, que los españoles somos súper majos, que organizamos las mejores fiestas del mundo y que ponemos unos cafés con leche de la hostia es un insulto. La imagen que transmite es, básicamente, la siguiente: España y olé, fiesta, siesta, sol y bares. Cuando un país solo tiene para ofrecer su potencial turístico, mal vamos.

Vamos a ver: no me opongo al turismo. Al contrario, es una fuente de riqueza estupenda y que puede dar muchos y duraderos beneficios (económicos y culturales) si se gestiona bien. Por supuesto que hay que cuidar nuestro turismo y promocionarlo, y lucir nuestra gastronomía, nuestro patrimonio cultural y nuestros paisajes con orgullo y responsabilidad. El problema viene cuando intentas reducir todo el potencial de un país entero a paella, gazpacho, sevillanas, toros y hoteles en Benidorm: esa es la imagen que transmitía el discurso de la Botella y, peor aún, es el plan de futuro al que parece reducirnos la política del partido que desgraciadamente nos gobierna y al cual la alcaldesa pertenece.

En la toma de posesión de su cargo, el actual presidente regional de Cantabria, del mismo partido al que aludía, prometió a toda la región un "nuevo modelo de crecimiento" basado en dos pilares: la construcción y el turismo. Efectivamente, es un modelo muy novedoso, para una mentalidad del siglo XVII. Con los recortes en educación, la reforma del mercado laboral, las trabas que se están poniendo a I+D en las empresas, la práctica imposición de la fuga de cerebros y las cortapisas que se levantan para los jóvenes emprendedores y la obsesión por conseguir atracciones de dudoso beneficio para la sociedad como Eurovegas y similar, parece que se está preparando el camino para convertirnos en un país de camareros, guías turísticos y prostitutas: profesiones todas ellas duras, respetables y necesarias, pero en las que no deberíamos basar todo el futuro de un país.

Hay una analogía clara con el cliché de la rubia tonta pero buenorra. Ser guapo/a te abre muchas puertas y puedes prosperar mucho en la vida si sabes jugar bien tus cartas. Pero la belleza vacía se acaba marchitando, y como el guapo o la guapa no se preocupe de cultivar algo más que su apariencia puede acabar de forma patética (véase el caso desolador de Melanie Griffith). Lo mismo ocurre con un país y su turismo: si se cuida y se usa bien, el turismo puede ser un complemento estupendo, pero nunca debería permitirse (ni mucho menos fomentarse) que se convierta en la industria principal de un país.

3 comentarios:

Moriarty dijo...

Desde que acceden a determinados niveles (muy bajos, por desgracia: digamos de alcalde de pueblo o de concejal de pequeña ciudad para arriba), los políticos dejan de registrar realidad. En esto tiene que ver la multitud de lameculos que los rodean, pero también el aislamiento respecto del mundo que les provoca la burbuja en la que viven.

En el caso de Ana Botella, yo estoy seguro de que ella debe de estar convencida de que tiene ese mítico nivel medio de inglés que aseguran tener prácticamente todos los españoles que chapurrean la lengua de Shakespeare, y no creo que nada ni nadie pueda sacarla de su convencimiento. No sólo es la lectura del discurso: es lo de quitarse los cascos ante las preguntas de los periodistas anglófonos lo que me sirve para el diagnóstico. Que no sea capaz de entender una pregunta, y que en su respuesta salga por peteneras, no creo que la haya hecho recapacitar.

Respecto de la importancia del fondo, no podría estar más de acuerdo: el horizonte mental de nuestros gobernanes es el de la Restauración canovista, su lema podría ser el que inventen ellos unamuniano (el daño que ha hecho este hombre, por Dios santo), y el plan de futuro, el de ser una mezcla entre la Disneylandia y las Vegas de Europa.

Unknown dijo...

Pues yo siento discrepar: si la señora no sabe inglés (o inglés de 4º de la ESO como mucho), que haga el discurso en español, que seguro que había unos traductores estupendos a los que habían pagado para estar allí. Eso sí, no habríamos tenido las horas y horas de diversión posteriores, pero bueno...

rem dijo...

Bravo.

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